El salto que costó la vida al sargento albaceteño Gallart

“No murió nadie más porque Dios no quiso”

El sargento Rafael Gallart Martínez, natural de Hellín perdía la vida el pasado 10 de junio en un salto en paracaídas frente a Cartagena, como parte del curso de operaciones especiales iniciado en septiembre en la Escuela Militar de Montaña de Jaca. Tal y como recoge El País, Gallart “saltó a las 11.50 horas. Al entrar al agua se vio arrastrado por el viento que empujaba la campana del paracaídas”.

“Era un líder, el mejor preparado de todos nosotros, un diez profesionalmente”, así recordaba el sargento G. a su compañero en el tercio de La Legión de Ronda. De este modo El País detalla el salto que costó la vida a este hellinero, apuntando que “el sargento primero N. estaba en una de las ocho embarcaciones del dispositivo de seguridad. Su misión era recoger al paracaidista que cayera más alejado de la zona, y cuando se acercó a Gallart, vio cómo luchaba para no hundirse”.

En su declaración, que ahora recoge la publicación, el cabo P señalaba que “gritaba y parecía que estaba en pánico y el agua le pasaba por encima de la cabeza”. En esta situación no dudó en lanzarse al agua para tratar de cortar con una navaja los cordones que lo ataban al paracaídas. Sin embargo, en su empeño por liberarlo, el sargento quedó a la deriva y fue subido a una de las embarcaciones por otro militar pero “ya inconsciente”.

Señalan que en el trayecto hasta tierra firme “un oficial médico le hizo ejercicios de reanimación y logró recuperar el pulso”. Sin embargo el sargento Rafael Gallart perdía la vida pasadas las 14.00 horas en el Hospital Santa Lucía de Cartagena.

En la reconstrucción de los hechos ofrecida por El País señalaban que el sargento M., que saltó antes que Gallart, confesó a los investigadores que “fue la peor experiencia” que había tenido nunca y que “temió por su vida”. Relató que “le costó mucho quitarse los enganches y no pudo liberar su pierna izquierda”. Además puso de manifiesto que se les había instruido “para un salto plácido y tranquilo, pero no les explicaron las contingencias que pudieran tener y sus soluciones”, además tampoco “se dio importancia a las complicaciones que tuvieron los primeros saltadores”.

Otros de los efectivos que también efectuaron saltos el día del fatídico accidente informaron que “en el avión de que la velocidad del viento era de 12 nudos, aunque no sabían si había rachas más fuertes”. Un fuerte viento del que se percataron, llegando incluso “a ver a los compañeros desplazarse en el aire”, recoge El País. Además, aseguraban que los instructores les habían insistido “en que no se soltaran los enganches de las piernas hasta llegar al agua”, motivo por el que no se llevaron cuchillos para no perderlos, pero “no contaban con que los mosquetones estuvieran tan duros”.

El sargento G., amigo de Gallart, reveló que “tardaron dos horas y media en recogerlo del agua, en vez de unos minutos”. Igualmente confesaba que “hubo total descoordinación” y que las labores de rescate las complicaron el viento y el oleaje. “Todo era un desastre, un caos, cuando saltó Gallart aún había paracaidistas en el agua, buques por la zona, mala mar, viento. Todo estaba condenado a salir mal”, lamentaba, al mismo tiempo que añadía que “no tiene que morir nadie para cambiar cosas. Se podía haber solucionado suspendiendo el ejercicio”.

Pero además El País recoge que no solo los suboficiales fueron conscientes de la situación ya que el comandante B. relató que en el momento del ejercicio “había mucho arrastre”, y que trató de acercarse con su embarcación a los saltadores, pero recibió la orden de “no romper la formación”. Igual de contundente se mostró el teniente A. de La Legión ya que manifestaba que “el jefe de salto a bordo del avión dijo que el viento era de 14 nudos (el máximo permitido), pero la sensación es que había mucho más porque había mucho desplazamiento lateral”. Tal es así que caí al agua “casi en posición horizontal”, siendo el golpe tan fuerte que no logró liberarse de los anclajes y su pierna quedó enganchada al paracaídas que lo arrastraba.

“No paraba de tragar agua hasta el punto de que cuando sacaba la cabeza tenía tanta que no podía inhalar”, aseguraba en su declaración. Incluso recoge que el teniente “pensó que se iba a morir y de repente se partió la cinta que le enganchaba la pierna y consiguió liberarse”. Además fue él quien logró alcanzar una de las embarcaciones y pidió al patrón acercarse a la zona de caída para “ayudar a algún compañero”, pero este le dijo que “tenía orden de recoger los paracaídas”.

La publicación recoge que los 12 militares que saltaron en la primera rotación comentaron que “el ejercicio había que suspenderlo y que no saltara nadie más porque era muy peligroso”. Sin embargo estas advertencias no fueron tomadas en consideración y continuó el ejercicio. “No murió nadie más porque Dios no quiso”, señalaba el teniente en su declaración.

Los investigadores preguntaron a sus compañeros si Gallart tenía presión para efectuar el salto, pero todos respondieron que “estaba muy ilusionado porque era la primera vez que iba a hacerlo”. Tanto los padres del sargento como su viuda, embarazada de seis meses, se han personado en la investigación abierta por el juzgado togado territorial de Almería.

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