/Marta López/Fotos: Ángel Chacón/
Confinamiento, coronavirus, desescalada y COVID han sido varias de las palabras incluidas por la Real Academia Española (RAE) en la actualización anual del Diccionario de la Lengua Española.
Este domingo, 14 de marzo, se cumple año desde que nuestras vidas dieran un giro radical. 365 días atrás ocurría lo inimaginable, cuando el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, decretaba el primer Estado de Alarma y un confinamiento domiciliario a nivel nacional.
El coronavirus, formado por un ejército invisible, campaba a sus anchas causando estragos en los hospitales de toda España. Días de incertidumbre y de tristeza se vivieron durante el pasado mes de marzo al contemplar desde nuestras casas las condiciones en las que el personal sanitario hacía frente al COVID-19 en Albacete y en otros muchos puntos del mundo.
Equipados con bolsas de plástico, desbordados ante la llegada masiva de pacientes y teniendo que hacer frente a una enfermedad prácticamente desconocida se desvivieron por el cuidado de todos. Desde casa, a los sanitarios se les unió la solidaridad de miles de albaceteños que no dudaron un segundo en ponerse manos a la obra para confeccionar mascarillas, batas, gorros, pantallas protectoras, piezas para respiradores y todo lo que fuera necesario para hacerlo llegar a quienes se estaban dejando la piel en primera línea de batalla.
Al drama sanitario hubo que sumarle el de miles de familias en toda la provincia de Albacete que tuvieron que ver como sus seres queridos se marchaban sin poder despedirse. Dolor que quedaba especialmente marcado en las residencias donde el coronavirus causaba estragos dejándonos sin muchos de esos tesoros y fuentes de sabiduría que son nuestros mayores.
Un Albacete desierto y sumido prácticamente el silencio. Así se vivieron los cerca de tres meses de confinamiento domiciliario en los que el teletrabajo y la conciliación familiar se vieron obligados a darse la mano. Meses en los que los balcones de los albaceteños se convirtieron en el lugar preferido de cada casa, un lugar desde el que mandar en forma de aplauso el aliento y la fuerza que sanitarios y personal esencial necesitaban para seguir plantando cara a la pandemia.
Un año sin fiestas, sin eventos multitudinarios ni grandes celebraciones. Y es que la Semana Santa e incluso algo tan nuestro como es la Feria de Albacete se vieron suspendidas a causa del coronavirus. Con el paso de los meses llegó la desescalada y con ella numerosas restricciones y medidas con las que hemos tenido que aprender a convivir para poder vivir.
Toques de queda, restricciones de movilidad, reducciones de aforo en establecimientos hosteleros y, como no, el gel desinfectante y la indispensable mascarilla forman parte de nuestro día a día. Sin duda alguna, este pequeño elemento se ha convertido en la principal arma para frenar la expansión del COVID-19, además de la responsabilidad individual.
Ha transcurrido un año desde aquel inimaginable 14 de marzo pero aún continuamos inmersos en la batalla frente al ejército invisible del coronavirus. Un año en el que gracias al estudio y trabajo contrarreloj de científicos y sanitarios se han comenzado a poner las primeras vacunas.
Debemos llevar la cautela por bandera ya que después de un año se siguen sucediendo los contagios, hospitalizaciones y fallecidos a diario. Un año para continuar aplaudiendo a quienes se continúan dejando la piel en los hospitales, un año para llevar en el recuerdo a aquellos que se fueron sin una merecida despedida y un año para ser responsables y poder contar que entre todos logramos vencer la guerra al coronavirus.
