/Javier Romero/
El intento fallido de moción de censura en Murcia por parte de Ciudadanos y PSOE ha dejado en evidencia al partido de Inés Arrimadas, que ha visto como su intento de ganar el sillón de la presidencia de la comunidad vecina lleva camino de ser un extraordinario ejemplo de suicidio político y torpeza de un nivel mayúsculo. Si Ciudadanos, tras los últimos resultados electorales estaba herido de gravedad, ahora parece que lo está de muerte.
Detrás de las decisiones siempre hay personas, y en el caso de la formación naranja se señala a Inés Arrimadas como la ideóloga de una moción de censura que ni muchos miembros de la Ejecutiva nacional conocían. Pero como “conseguidor político” Ciudadanos tiene a una persona encargada de ejecutar las órdenes de la catalana, Carlos Cuadrado.
Cuadrado es el vicesecretario general del partido y el hombre de confianza de Inés Arrimadas. Él fue el encargado de entablar los contactos con los miembros del PSOE, ante el deterioro de las relaciones con el PP en Murcia y el ansia de más poder de una formación que donde gana las elecciones no quiere ni presentarse a las investiduras (Cataluña) y donde las pierde, incluso siendo tercera fuerza, quiere gobernar (Albacete, Ciudad Real, Granada y el intento en la Región de Murcia).
Pero Cuadrado es un viejo conocido también en Albacete, ya que él fue uno de los artífices de que varios concejales de Ciudadanos no se echaran atrás cuando Madrid decidió que tenían que pactar con el PSOE en el Ayuntamiento de Albacete.
Así, pocas horas antes del Pleno que proclamó a Vicente Casañ como alcalde de Albacete, varios concejales electos de Ciudadanos pusieron rumbo a Madrid para comunicar al partido sus reticencias a este pacto, hasta tal punto que alguno amenazaba con no llevarlo a cabo. Horas de reunión consiguieron convencer a los disidentes de que cumplieran el acuerdo impuesto por Madrid.
Fue ahí donde intervinieron Carmen Picazo, Villegas y el propio Carlos Cuadrado, que sofocaron un incendio que afectaba también al mismísimo Vicente Casañ, que aseguraba hasta la misma noche de antes al PP que él no iba a pactar con el PSOE. Cuadrado era el nexo de unión local de ambas formaciones y se desplazó a Albacete el mismo día del Pleno para verificar, in situ, que el pacto suscrito iba a ser cumplido por los suyos.
Ahora, casi dos años más tarde, Ciudadanos ha pasado de ser la “niña bonita” de la política a ser una formación en descomposición, con fuertes tensiones internas en sus territorios, como es el caso de Albacete, y con una perspectiva electoral que, según encuestas internas de algunos partidos, podría dejar a los naranjas sin representación en el consistorio de Albacete ni en las Cortes de Castilla-La Mancha. Muchos ya califican a Ciudadanos como la nueva UPyD.
Muy atentos tendremos que estar a los próximos días y a la onda expansiva del terremoto murciano, ya que el ridículo desatado en la comunidad vecina ha tensado aún más las costuras, ya de por sí maltrechas, de Ciudadanos en Albacete, cuyos militantes, los pocos que quedan, esta misma semana han asestado un importante varapalo al aparato del partido al tumbar la candidatura oficialista a la Junta Directiva de Albacete para apostar por la alternativa renovadora. Los resultados, 29 a 25, muestran que el aparato de Ciudadanos Albacete no es capaz tan siquiera de controlar una formación con menos de 60 votantes, y eso que tienen a su favor todos los puestos de concejales, diputados, libre designación y sus familias para “amarrar” las primarias. Difícil futuro para los naranjas.