¿Fueron los vacunados los únicos que murieron durante la gripe de 1918?

/El Digital de Albacete/

Mientras continúa la investigación para desarrollar una vacuna efectiva contra la COVID-19, están surgiendo mensajes en redes que hablan de falsos efectos negativos de los antivirales, incluso en pandemias tan antiguas como la de 1918, la conocida como “gripe española”.

En las últimas semanas, se han viralizado varios contenidos en los que se afirma que durante la pandemia de gripe española, que dejó decenas de millones de fallecidos, “solo murieron los vacunados”.

En una de estas publicaciones, un bloguero relaciona la mortandad de la pandemia de 1918 con una vacuna que el Gobierno estadounidense administró a un grupo de militares y que posteriormente se extendió a la población civil.

EN 1918 NO HABÍA VACUNA CONTRA LA “INFLUENZA”

La vacuna contra el virus de la gripe española no fue descubierta hasta los años cuarenta. El virus de la influenza, causante de la gripe, fue aislado por primera vez en 1933; su primer antiviral se desarrolló en 1940 y su distribución generalizada comenzó en 1945.

Las vacunas que se administraron durante la gripe española no luchaban contra este virus, sino que estaban indicadas contra bacterias, y en concreto contra el bacilo de Pfeiffer.

“En 1918 se entendía que todas las neumonías eran producidas por bacterias”, explica a EFE Isabel Porras, catedrática de Historia de la Ciencia de la Universidad de Castilla-La Mancha.

En la pandemia de gripe de 1957-1958, como ya se disponía de antibióticos, se pensó que se podrían tratar con éxito todas las neumonías secundarias a la gripe.

“Sin embargo, se comprobó que sólo una parte de las neumonías (las producidas por bacterias) respondían a los antibióticos”, recuerda.

Fue entonces cuando se conoció que las neumonías causadas por la gripe pueden ser tanto víricas como bacterianas.

PRIMERAS VACUNAS, CONTRA BACTERIAS

En 1918 se desarrollaron y administraron vacunas contra la nueva epidemia de influenza basadas en el bacilo de Pfeiffer -considerado entonces el “germen responsable” de la gripe española- y otras bacterias.

Frente a las afirmaciones que hablan de las consecuencias negativas que tuvieron las vacunas bacterianas administradas en aquel momento, “no constan efectos adversos”, asegura a EFE la catedrática de Historia de la Ciencia de la UCLM.

Respecto a su eficacia frente a las infecciones bacterianas derivadas de la influenza, algunos vacunólogos creen que tuvieron poco éxito.

MENINGITIS Y GRIPE ESPAÑOLA

La tesis principal del mensaje falso que se ha viralizado es que la pandemia de 1918 “fue causada por dosis aleatorias de una vacuna contra la meningitis bacteriana experimental que hasta el día de hoy imita síntomas similares a los de la gripe”.

El blog alude a una vacunación contra la meningitis realizada en el mismo campo de entrenamiento militar en el que la mayoría de historiadores de la medicina sitúan el primer brote documentado de la gripe pandémica en marzo de 1918, en el acuartelamiento Fort Riley, en Kansas.

Allí fueron vacunados 3.700 voluntarios y solo se registraron leves reacciones locales comunes, salvo alguna excepción en la que hubo susceptibilidad a la vacuna y se dio alguna irritación meníngea.

Para Jaume Claret, doctor en Historia y profesor de la Universitat Oberta de Catalunya, todos los documentos históricos y científicos dejan claro que “la única relación entre la gripe española y la meningitis es que en algunos casos la primera se confundió, por algunos diagnósticos previos y acelerados, con la segunda”.

El profesor de la UOC añade: “Fuera de eso, el resto son cuentos chinos de los negacionistas antivacunas”.

Porras también tiene claro que “esa hipótesis no tiene sentido desde el punto de vista médico, considerando la composición de la vacuna”.

Además, aunque el campamento militar de Kansas sea el primer lugar documentado de la pandemia de gripe, la comunidad científica considera que su origen fue seguramente anterior, ya que están descritas neumonías con características similares en China y Hong Kong en 1917 y en el norte de Francia en el invierno de 1916, uno de los posibles focos iniciales, entre otros.

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