/Marta López/Contenido patrocinado/
¿Imaginas un mundo sin agua? Sería prácticamente imposible poder sobrevivir en un planeta con estas condiciones tanto para el ser humano como para los millones de especies animales y vegetales que pueblan nuestro mundo. El agua es fuente de vida y motor de desarrollo, es el soporte de los ecosistemas acuáticos y terrestres y, sobre todo, es un bien público y un patrimonio natural.
Un elemento limitado, frágil e imprescindible que debemos conservar y proteger en el presente para garantizar nuestro futuro y el de las generaciones venideras. Además, para una región como Castilla-La Mancha, el agua lo es todo.
La existencia de agua en nuestro planeta ha sido determinante para el desarrollo de la vida, pero también ha propiciado el incremento de la proporción de oxígeno en la atmósfera y la formación de combustibles fósiles. Tal es así que desde 1994 cada 22 de marzo se celebra el Día Mundial del Agua con el objetivo de concienciar a la población de nuestro planeta de la importancia vital que tiene hacer un uso responsable de este recurso natural.
Han pasado 35 años desde que viera la luz la Ley de Aguas (1985) en cuyo preámbulo se recoge que “el agua es un recurso natural escaso, indispensable para la vida y para el ejercicio de la inmensa mayoría de actividades económicas: es irremplazable, no ampliable por la mera voluntad del hombre, irregular en su forma de presentarse en el tiempo y en el espacio, fácilmente vulnerable y susceptible de usos sucesivos”. Y es que el agua “constituye un recurso unitario, que se renueva a través del ciclo hidrológico y que conserva, a efectos prácticos, una magnitud casi constante dentro de cada una de las cuencas hidrográficas de nuestro país”, subraya este texto.
Planteamientos que con el paso de los años han ido envejeciendo porque esta definición hace referencia exclusivamente a las aguas dulces continentales, excluyendo, por ejemplo, a zonas de agua costera que sí son susceptibles de incrementarse por la mera voluntad del hombre. De este modo, en determinadas cuencas, la desalación está incrementando los recursos hídricos disponibles. Sin embargo, en España continúa teniendo plena vigencia las definiciones recogidas en la Ley de Aguas de 1985.
Una compleja situación para administrar los recursos hídricos en nuestro país que se agudiza especialmente en la España interior, como es el caso de Castilla-La Mancha. A mediados del siglo XX Perpiñá Grau comparó nuestro país con una rueda de bicicleta, de modo que se localizaba una masa concentrada en el centro y en la periferia y un gran vacío en el resto. Este símil fue haciéndose más evidente con en las siguientes décadas y, andando en el tiempo, el eje (Madrid) ha crecido, y los radios (las autovías) son más gruesos; pero buena parte de los espacios interradiales están cada vez más vacíos.
A este conjunto de circunstancias, que Castilla-La Mancha comparte con las Comunidades de Aragón, Castilla y León y Extremadura, se une un hecho diferencial muy evidente que no concurre en las otras comunidades de la España interior. Y es que, el territorio de Castilla-La Mancha se distribuye por 7 de las 9 demarcaciones hidrográficas peninsulares y en todas ellas nuestra región es un emisor neto de recursos hidráulicos. En otras palabras: la política hidráulica que tradicionalmente se ha aplicado en España no ha resultado muy favorable a las cabeceras, y Castilla-La Mancha es cabecera de 7 cuencas hidrográficas de nuestro país.
Castilla-La Mancha y el agua
Para nuestra región el agua es vital para el desarrollo agrícola y ganadero, y es que más de dos tercios de las cerca de 550.000 hectáreas de regadío en Castilla-La Mancha se dota con aguas subterráneas. Principalmente se localizan en las llanuras manchegas oriental y occidental, gracias al aprovechamiento de grandes acuíferos que operan de forma similar a los embalses, ralentizando y regularizando la velocidad del ciclo hidrológico.
La existencia de estos acuíferos, unido a las mejoras tecnológicas y las últimas décadas de vigencia del viejo artículo 23 de la Ley de Aguas de 1879, en el que se atribuía la titularidad de las aguas subterráneas “al propietario del terreno que las alumbrare”; propiciaran una masiva instalación de cultivos de regadío en las áridas llanuras manchegas. Esta situación ayudó a vertebrar el territorio y coadyuvó, decisivamente, a que, a día de hoy, pueda afirmar que esas zonas no forman parte de la España vaciada.
Así que, de un modo más especial si cabe, Castilla-La Mancha necesita tomar conciencia de su singularidad en todo lo relacionado con la política hidráulica y actuar unida. El agua tiene que ser ese hecho diferencial, ese elemento vertebrador del territorio, pese a la fragmentación en numerosas demarcaciones hidrográficas, cada una con sus respectivas peculiaridades.
Con casi 80.000 kilómetros cuadrados, Castilla-La Mancha es la tercera comunidad autónoma más extensa de España. Además cuenta con un territorio eminentemente rural en el que el agua es esencial para mantener y fijar la población con el objetivo de revertir la despoblación. El agua es por tanto un elemento vertebrador de nuestro territorio y debe estar al servicio de la sociedad castellano-manchega. Se trata de un recurso que contribuye de manera decisiva al progreso de la economía regional y nos ayuda a afrontar el reto demográfico.
Del mismo modo, cabe recordar que en las últimas décadas las zonas con clima árido han aumentado en cerca de 30.000 kilómetros cuadrados, y Castilla-La Mancha es una de las regiones más afectadas por este fenómeno, resultado del cambio climático. Así, cabe destacar que se necesita hacer un uso eficiente del agua para combatir la desertificación de nuestro territorio.
Para plantar cara a este fenómeno es fundamental la introducción de criterios de economía circular en el proceso de recuperación y reutilización del agua y que la gestión del ciclo integral del agua sea una responsabilidad conjunta de las administraciones, de las empresas y de los sectores productivos. Castilla-La Mancha, como región interior peninsular, depende en exclusiva de las aguas continentales para su desarrollo, y es que, carece del recurso de agua desalinizada.
Por ello, debemos aprovechar al máximo cada gota de agua.
Agua, agricultura y población
El agua, como elemento generador de empleo y de riqueza, es un recurso imprescindible para la viabilidad del mundo rural, y decisivo para evitar la despoblación de la región. De este modo, la agricultura de regadío contribuye a la fijación de población y es la principal consumidora de recursos hídricos en Castilla-La Mancha.
Además, este tipo de cultivos se desarrollan de manera cada vez más sostenible. En Castilla-La Mancha el 60% de la superficie útil agrícola se riega mediante la modalidad de riego localizado (sistema por goteo), con un total de 309.234 hectáreas. Una cifra que se ha incrementado un 63% respecto a la superficie que se regaba con este método en 2004.
El sector agroalimentario, dependiente del agua, representa más del 34% de las exportaciones de Castilla-La Mancha y da empleo a 24.000 personas en toda la región. De este modo, el peso de este sector en el PIB de la región es del 14%, tratándose de uno de los más altos de nuestro país, donde el peso del sector agroalimentario es del orden del 6%.
Castilla-La Mancha: Paisajes únicos gracias al agua
Las cuencas del Tajo, Guadiana, Júcar, Segura, Guadalquivir, Ebro y Duero afectan al territorio castellano-manchego. Cada una de estas cuencas otorga de una singularidad única a nuestra región, ya que ha dado lugar a lugares espectaculares.
Pasajes únicos que enamoran y atraen a millones de turistas y que al tiempo contribuyen a la existencia de una biodiversidad exclusiva. Las Lagunas de Ruidera, las Tablas de Daimiel, el Nacimiento del Río Mundo, o la Mancha Húmeda, son algunos de los regalos que el agua ha concedido a Castilla-La Mancha. Espacios naturales únicos que convierte a Castilla-La Mancha en una región única, y es que alrededor de 7.000 millones de metros cúbicos de agua recorren anualmente Castilla-La Mancha, moldeando nuestra tierra y creando paisajes espectaculares, siguiendo su camino hacia el océano Atlántico o hacia el mar Mediterráneo.
Unidos por el agua
El consejero de Agricultura, Agua y Desarrollo Rural, Francisco Martínez Arroyo, destacaba el pasado 30 de enero que en materia hídrica en Castilla-La Mancha, “no queremos enfrentamientos, queremos simple y llanamente defender los intereses de los ciudadanos de la región”, y hacerlo “de esta forma solidaria que hemos venido demostrando desde el inicio de la legislatura pasada”. Por este motivo se celebraba la Mesa del Agua, con el objetivo de “concluir con un documento que de verdad defienda nuestros intereses” desde ese planteamiento de “mano tendida al resto del país”.
Del mismo modo, con el fin de mantener una defensa constante de este preciado y vital recurso, Castilla-La Mancha continúa librando la batalla del agua en cada uno de los trasvases que se conceden a la zona del levante español. Al respecto, el pasado 5 de marzo, el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, recordaba el compromiso que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, suscribió con la Comunidad Autónoma en la pasada legislatura durante el encuentro entre ambos dirigentes en la Moncloa para que las desaladoras de agua de mar instaladas en el Levante funcionen “al 100%” a finales del próximo año. Un extremo que “hará innecesario” continuar trasvasando agua desde la cabecera del Tajo hacia el este español, apuntaba.
Y es que ya no se trata solo del valor económico y social que conlleva este bien vital, sino que Castilla-La Mancha va más allá: Es un elemento que debe generar sentido de unión de toda una región. Porque, todos estamos unidos por el agua que nace y que discurre por todo nuestro territorio.
Si lo extrapolamos al día a día, el agua está presente en cualquier acto que llevemos a cabo: desde el simple gesto de abastecernos de ella para el consumo humano, su uso para el cuidado personal, su uso como motor de cualquier actividad económica o como fin lúdico.
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