/Marta López/
Albacete se despedía este jueves, 25 de junio de una parte de su historia. Amador Carcelén, más conocido como ‘El Bocha’, fallecía a los 94 años, y era el último cuchillero que vendía antaño navajas a los pasajeros que llegaban a la Estación de Albacete.
Su nieto, Raúl Gómez, relata a El Digital de Albacete que su abuelo “comenzó a vender navajas a los 16 años porque su padre tenía un taller en las Cañicas”. De este modo, con su cincho repleto de navajas se acercaba día tras día hasta la Estación de Albacete para vender sus navajas y cuchillos a todos los viajeros que llegaban en tren hasta la capital. Eran conocidos como los cuchilleros del cinto y se turnaban para subir a los trenes, siempre de uno en uno para no molestar a los revisores.
Un trabajo que continuó realizando “hasta los 65 años, cuando se jubiló al quedarse sin licencia para vender sus productos en la Estación”, indica su nieto. Amador era el último de esta estirpe de cuchilleros que se acercaban hasta la Estación de Albacete para ofrecer a los foráneos una navaja y cuyo trabajo es parte de la historia de la cuchillería y de nuestra ciudad.
Albacete es conocida en el mundo entero por su tradición cuchillera y por sus navajas, un reconocimiento que también merecen estos jóvenes que llevaban hasta el mismísimo ferrocarril sus navajas. Así, contribuyeron a la difusión de este producto único de nuestra tierra.
La estatua del cuchillero del Altozano “la hicieron en homenaje a mi abuelo y a sus compañeros”, un símbolo de nuestra ciudad. Además, “algunos de los cinchos y utensilios que utilizaba mi abuelo para trabajar están en el Museo Municipal de la Cuchillería”, recogiendo esta parte vital de la historia de Albacete.
Durante la pasada Feria de Albacete, Amador Carcelén recibía de las manos del alcalde de Albacete, Vicente Casañ, el último de sus reconocimientos. APRECU otorgaba a ‘El Bocha’ un reconocimiento en agradecimiento a su trabajo y dedicación hacia el sector.
Confiesa Raúl Gómez que ninguno de los nietos ha heredado el oficio de Amador, pero guardan un bonito recuerdo de su abuelo, quien les enseñó a amar Albacete a través de la cuchillería.