Albacete tiene un vocabulario único

/Marta López/

Gastronomía, cultura y un humor único definen el carácter albaceteño, pero sin duda, algo que nos hace únicos y que llevamos en nuestro ADN es nuestro particular vocabulario. Porque los albaceteños somos ‘gambiteros’ por naturaleza, y lo demostramos especialmente en ‘la zona’ y como no en nuestra querida Feria.

Tenemos un paladar exquisito, y nuestros platos típicos los degustamos con más ahínco si estamos ‘alampaos’. Pero ojo, que comer con ansia no es bueno, y es que, la ingesta excesiva de gazpachos, atascaburras y miguelitos nos suele dejar ‘empancinaos‘.

Si algo dominamos con soltura en Albacete son las unidades de medida, por lo que no es raro encontrar a quien pida una ‘miaja’ de pan durante una comida, una ‘chullica’ de jamón o se enfade porque se han ‘espizcao’ las patatas fritas. Algo que también suele confundir a los visitantes es nuestra particular manera de medir el tiempo, porque el buen albaceteño no tiene en cuenta las horas, los minutos y los segundos, sino que mide su vida en ‘luego a luego’. Pero, probablemente una de las expresiones que dejan más ojipláticos a los forasteros y que más veces hemos tenido que explicar es ‘pijcas pajas’, para cuya interpretación es imprescindible acompañarla con leve y sutil movimiento de muñeca.

Tampoco es raro escuchar a un vecino de Albacete decir que tiene un “buen ‘pitoste’ montado”, y es que, este tipo de líos pueden sucederse en cualquier ámbito de la vida de un albaceteño. A simple vista puede parecer una ‘tontuna’, pero para quien lo desconozca puede llevar a confusión, porque no es lo mismo ‘oler a cuco’ que a ‘sagato’. Si bien la segunda palabra se refiere al olor que pueden adoptar las prendas de vestir tras estar mucho tiempo cerca de una barbacoa, lumbre o chimenea; la primera se refiere a que algo huele muy mal.

Los albaceteños somos especialmente limpios y curiosos, por eso nuestro rico vocabulario ha creado una palabra específica para la textura que adquiere algo a lo largo del tiempo, y es ‘jamagoso’. Los secos veranos de Albacete y, por contraposición, los fríos inviernos son proclives a la aparición de adjetivos como ‘asorratao’ y ‘custrío’. Y es que, no hay nada mejor para un albaceteño que tomarse una cerveza bien fresca cuando está ‘asorratao’, pero no soporta que se le ‘custran’ los labios a causa del frío.

En el resto de la geografía española la gente se puede emocionar, incluso soltar alguna que otra lágrima, pero en Albacete lo suyo es cogerse una ‘barraquera’, es decir llorar de forma desconsolada. Y cuando un albaceteño se pone enfermo es porque le ha dado un ‘apechusque’, sin embargo esta palabra también suele utilizarse para referirse a cosas o utensilios necesarios para realizar una actividad.

‘Pijo’, si bien se utiliza también fuera de Albacete, no lo hace con la misma acepción que en nuestra tierra. Los albaceteños utilizan esta palabra para expresar sorpresa (¡Pero ‘pijo’!); para negar algo (¡Y un ‘pijo’!), o para mandar a alguien muy muy lejos (¡Vete al ‘pijo’!). Sin duda, una completa expresión que puede confundir a quien no domine nuestro vocabulario.

Y entramos en el top tres de las palabras albaceteñas más utilizadas que desprenden una magia especial. La primera de ellas es ‘golismero’, que hace referencia a nuestro carácter curioso y define a una persona a la que por naturaleza le gusta enterarse de cosas ajenas. La segunda de ellas es la negación más rotunda que existe sobre la faz de la tierra, el temible ‘no ni ná’, una triple fórmula negativa que no deja lugar a la duda.

Pero la palabra albaceteña por excelencia es ‘ea’. Un comodín que sirve para todo, lo contesta todo, lo afirma y niega todo, y que al igual que ‘odo’, dependiendo de la duración y la entonación puede denotar incluso cansancio. Una expresión que no se concibe en otro idioma y que por ello hace a los albaceteños únicos.

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