El ‘Ratoncito Pérez’ vive en Albacete

/Sandra Manzanares/

Todos nos hemos preguntado alguna vez dónde viviría el ‘Ratoncito Pérez’, le imaginábamos en su casita rodeado de queso y algún que otro diente. Lo que no sabíamos es que este amigo de la infancia vivía mucho más cerca de lo que creíamos, y que, desde su guarida, nos veía pasar por delante de su diminuta puerta. ¿Quién no ha caminado por el Paseo de la Feria? Es ahí donde el ‘Ratoncito Pérez’ reside.

Durante estos días ha sido frecuente ver en redes sociales como los vecinos de nuestra ciudad compartían la instantánea que da luz a este artículo, mostrando su ilusión por haber descubierto la casita del ‘Ratoncito Pérez’, quien ha recogido nuestros dientes de leche cambiándolos por monedas, regalos o cariñosas cartas en las que nos explicaba que una a una todas nuestras piezas dentales irían cayendo y que en su lugar otras nuevas saldrían, por lo que no teníamos que sentir miedo.

El ‘Ratoncito Pérez’ vive en un árbol del Paseo de la Feria y desde ahí se traslada cada noche a las casas de los pequeños que ese día han perdido un diente. Un trabajo duro, que tiene su recompensa, no solo para los niños, sino también para otros ratoncitos ancianos. Y es que, cuando era pequeño, Pérez vivía al lado de una panadería y ni a él ni a su familia les faltaba comida, ya que por las noches, cuando la tienda cerraba, el ‘Ratoncito Pérez’ acompañaba a sus padres a la panadería y cogían todo lo que necesitaban.

Fue en una de esas escapadas cuando el ratoncito escuchó unos ruidos que llegaban del piso de arriba, y curioso como era, el pequeño decidió averiguar el lugar del que provenían los sonidos. Se encontró con la consulta de la dentista González, aunque él no entendía para qué servían todos aquellos aparatos. Al día siguiente volvió a subir y vio como la doctora limpiaba y arreglaba las dentaduras de unas personas que se sentaban en unos sillones blancos.

Tanto le gustó la idea que empezó a practicar con sus familiares, eso sí, atendiendo muy bien a las lecciones que la dentista González le estaba dando sin saberlo. Su fama comenzó a extenderse atrayendo a ratoncitos ancianos que ya no tenían dientes, pues se les habían caído con el paso de los años. Angustiado por no saber cómo ayudarles, el ‘Ratoncito Pérez’ volvió a la clínica donde una tarde se encontró con una niña llamada Alma, que había acudido con su padre a ver a la doctora González para que le quitase uno de sus dientes de leche.

El ‘Ratoncito Pérez’ pensó que podría comprarle ese diente a Alma, que se lo llevó de recuerdo, y así podría ponérselo a los ratones mayores. El ‘Ratoncito Pérez’ siguió a Alma hasta su casa, pero no pudo entrar, ya que Cascabel, el gato de la familia, guardaba la morada. Así, el ratoncito esperó hasta la noche y observó como la pequeña se había dormido mirando su diente, que dejó bajo su almohada. 

Fue entonces cuando el ‘Ratoncito Pérez’ cogió el diente y, a cambio, dejó una moneda de agradecimiento a Alma, además de una carta diciéndole que su diente iba a ayudar a los ratoncitos mayores, a quienes nunca más le volverían a salir dientes. Alma estuvo feliz de poder ayudar a los ancianos roedores y de ella nació la tradición de guardar los dientes bajo la almohada.

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