VÍDEO | De Irak a Albacete tras la invasión del Estado Islámico

/Marta López/Fotos y Vídeo: Víctor Fernández/Fotos: Cedidas Naim Shoshandy/

Un rosario, una cruz y un icono, fue lo único que pudo coger de su casa el sacerdote siro-católico Naim Shoshandy antes de salir de su ciudad ante la inminente invasión de su ciudad por parte del DAESH. “Vivíamos siempre con la guerra, pero no tanto como con el ISIS”, explica este sacerdote que pese a las restricciones tecnológicas consecuencia de la dictadura que en la que estaba sumergida Irak, “había paz, amistad y humanidad”.

Una guerra en la que no se queda fuera el conflicto religioso. Una población de mayoría musulmana, en la subyacen los conflictos entre suníes y chiitas, a los que hay que sumar la convivencia con las minorías religiosas, entra la que se encuentra la católica. “Antes de la llegada del DAESH vivíamos bien, había un poquito de libertad para vivir la fe”, subraya Naim Shoshandy, quien apunta que “en el DNI de mi país se escribe la religión, si eres cristiano o musulmán”.

El 6 de agosto de 2014 es una fecha señalada en negro en la historia, no solo de los cristianos, sino de toda la población iraquí. “Este día, lo recuerdo muy difícil, me duele un poquito a veces el corazón, cuando recuerdo este día, es el día negro de nuestra vida de todos los cristianos en Irak”, explica este sacerdote que este día fue el que dio comienzo un auténtico calvario para millones de personas en su país. Como si de un éxodo masivo se tratara, las ciudades iban quedando poco a poco vacías ante la amenaza del DAESH, “nos dieron tres opciones: convertirnos al islam, pagar dinero al DAESH o abandonar la ciudad”, recuerda Naim Shoshandy, quien asegura que “los cristianos de Irak tienen una fe grande” y por ello decidieron abandonar todas sus ciudades y refugiarse en el Kurdistán.

Una bomba calló cerca de casa de mis padres y perdieron la vida una chica y dos niños que estaban jugando en la calle”, un duro relato que ha dejado profundas heridas en este sacerdote. “Por miedo empezamos a salir como pudimos, en coche, en moto, en bicis o andando” recuerda Naim Shoshandy, un éxodo que convirtió en una ciudad fantasma su Qaraqosh natal.

Más de 12.000 cristianos se refugiaron en la ciudad de Ankawa, localizada en el Kurdistán Iraquí. “Los primeros días fueron muy difíciles, todos vivíamos en la calle, en el suelo, en el parque, en las iglesias”, explica abatido el sacerdote. Un periodo que llegó a extenderse durante varios meses, hasta que les facilitaron unos pequeños módulos prefabricados donde poder instalarse junto a más familias. “Pensábamos que estábamos pasando una pesadilla, pero aún con este dolor vivíamos con esperanza”.

Una situación que podría tratarse de una gran producción bélica de ficción, pero que es la realidad de miles de personas. “Mi familia somos 5 hermanos. Mi padre murió de cáncer y tengo tres hermanas que están casadas, y mi madre está bien”, sin embargo, el DAESH le arrebató lo que más quería. “Perdimos a mi hermano, lo mataron porque un día salió a trabajar en Mosul, y lo mataron en la calle, lo mataron por ser cristiano”, relata emocionado. “Vivir como cristiano en Irak no es fácil, tienes que ir siempre preparado, no sabes a qué hora y día vas a ir a las manos de Dios”, indica la dura situación religiosa que atraviesa el país desde la aparición del DAESH. Una dura pérdida a la que ha tenido que sobreponerse toda la familia, “es muy difícil perdonar, no es fácil, pero esta es nuestra fe y nuestra vida como cristianos” apunta.

Este mes de enero se cumple el tercer año que Naim Shoshandy lleva como refugiado en Albacete. Desde su llegada ha estado vinculado a la parroquia de Ntra. De las Angustias y San Felipe Neri, donde a día de hoy es un miembro más de esta comunidad. “Siempre doy gracias a Dios de la gente, porque me han recibido y acogido” indica este sacerdote quien añade que “siento que yo tengo un sitio en cada casa, en cada corazón de nuestra parroquia y de la gente de Albacete”.

Después de tres años, Irak ha dado por concluida la guerra contra el autodenominado Estado Islámico (DAESH). Tres años de ocupación que han dejado a su paso multitud de víctimas civiles y militares, y ciudades reducidas a escombros que se tardará años en reconstruir. Después de más de dos años, Naim volvió unos días a su país, “fueron unos momentos difíciles para mí porque he visto que mi ciudad está casi destruida y las iglesias están quemadas”, pero de su corta estancia en Irak se lleva “la alegría de la gente que puede volver a nuestra casa, a nuestra iglesia, y lo hace con una fe más fuerte”.

Este sacerdote viajará en marzo a Roma, con la intención de ser recibido por el Papa Francisco, a quien llevará un álbum de fotos que recogen sus vivencias en Albacete y con quien quiere compartir la situación de su comunidad en Irak. “Hay futuro para la fe en mi país”, sentencia Naim, pero añade que en Irak “han cambiado muchas cosas, no solo han huido los cristianos, han salido también los musulmanes por el DAESH”.

Asegura no tener miedo de regresar a su país, porque lleva consigo las mejores armas, su rosario, su cruz y su icono. Una vuelta a las raíces para miles de cristianos, que tras ser expulsados de sus casas han perdonado y viven con la esperanza de levantar del polvo sus ciudades, y es que, el DAESH derribó los muros de sus viviendas e iglesias, pero su fe permanece intacta.

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