Todo está preparado para el 21 de mayo, día en el que el Cristo del Sahúco será trasladado a las Peñas de San Pedro desde su aldea. Así, este Lunes de Pentecostés a las 17:00 horas tendrá lugar en la ermita una misa de despedida a la imagen y a las 18:30 horas está previsto que comience la carrera, llegando el Cristo sobre las 20:00 a las Peñas.
Ésta es una de las peregrinaciones más emblemáticas para el pueblo, ya que sus habitantes esperan con mayúscula ilusión la llegada del Cristo, su recibimiento y poder acogerlo durante la época estival en su Iglesia. De esta manera, son miles los andarines que custodian al Cristo hasta la Iglesia de Peñas de San Pedro recorriendo a la carrera más de 14 kilómetros, pero sólo un número reducido de andarines serán quienes puedan portar la imagen, demostrando la devoción que sienten por ella.
Durante el recorrido se esboza una imagen compuesta por los colores blanco, azul y rojo; representando la vestimenta de los andarines. Colores que se funden con las tonalidades del campo albaceteño; y que son acompañados, primordialmente de unas buenas fajas para mantener las lumbares protegidas ante el esfuerzo.
Historia del traslado
Según detalla el Santero Mayor del Cristo, José Ángel Ruiz, los primeros datos documentales del traslado del Cristo del Sahúco se remontan a 1.878, formalizándose la carrera como hoy la conocemos en 1.888. En un inicio, el Cristo era trasportado caminando, y no corriendo, en una caja de madera oscura y totalmente cerrada por la que solo salía la parte final de la cruz.
Casi 100 años de vida tuvo este primer soporte, que fue utilizado hasta 1.969 dando paso a otro arcón, esta vez de aluminio, que no duró demasiado en su función, pues pesaba demasiado. Por ello, en 1.986 se realizó la actual caja de transporte, que ha sido recientemente restaurada y que se espera que acompañe al Cristo, al menos otras tres décadas.
Más de 200 años de historia, que, a la vez que moderniza sus recursos materiales, también lo hace con los humanos, ya que año tras año continúa ganando adeptos, ya sea por tradición familiar, fidelidad al Cristo, por promesas o como recuerdo a los que ya se han marchado de nuestro lado.
