José y Evaristo, la historia de dos héroes en Castilla-La Mancha

/Lidia Rodriguez/

José B.R. y Evaristo S.D, son los dos policías nacionales que la pasada madrugada del domingo día 1 de abril salvaron la vida de una persona en el interior de una discoteca de Ciudad Real. Durante su jornada de trabajo se encontraron con una situación bastante inesperada y gracias a su heroica actuación pudieron evitar una muerte casi segura. El Confidencial de Ciudad Real ha podido hablar con ellos para narrar su testimonio.

“Eran las 5 de la mañana y volvíamos ya para comisaría, y le dije al compañero vamos a dar una última vuelta, íbamos por la calle Refugio y justo saltó la llamada de que había una persona inconsciente, un varón de 37 años, en uno de los locales de copas la calle Hidalgos en la zona del Torreón”, comenta el Inspector y Coordinador de Servicios de aquella noche, José.

En apenas 2 minutos estaban allí, pero al llegar al local se encontraron con un ambiente nada idílico, había muchísima gente dentro y el alcohol “estaba notablemente presente”. Difícilmente, se fueron abriendo paso entre la magnitud y acertaron a ver a una persona tendida en el suelo.  “Preguntamos a la gente que había pasado, pero entre unas cosas y otras, el ruido, la escasa luz y el alcohol, no conseguimos demasiados detalles, ya que además íbamos de paisano y no llevábamos el uniforme”, manifiesta José. A pesar de haberse identificado como policías, asegura que nadie les hacía demasiado caso ni acertaban a contar cómo habían transcurrido los hechos.

José (izquierda) junto José Manuel González Risoto, portavoz de la Comisaría Provincial de la Policía Nacional en Ciudad Real

Saber que había ocurrido no era tarea fácil ya que, los allí presentes no eran “grandes colaboradores” y achacaban el estado de aquel hombre a la “borrachera”. Pero no había tiempo para preguntas, ambos sabían que tenían que hacer algo y rápido. Comenzaron a apartar a la gente, gritando que eran policías y a pesar de los continuos empujones, consiguieron agacharse para comprobar cuál era su estado, pues poco más sabían aparte de que se había desplomado en el suelo y estaba inconsciente. 

“Le pusimos la mano en el pecho y en el cuello, y vimos que no tenía pulso y no respiraba, el pecho no subía y bajaba, lo que indicaba que estaba en parada”. Aseguran haber dudado acerca de hacerle la maniobra de reanimación, el RCP, por el riesgo que suponía si este sí que respiraba, algo de lo que no estaban al 100% seguros. Pero el tiempo iba en su contra. Unos segundos más podría ser determinantes para la vida de aquel hombre. 

Pese a todo, decidieron empezar el RCP, algo que no describen como sencillo pues había tanta gente que apenas les dejaban espacio e incluso aseguran que llegaron a temer por su integridad ya que el ambiente era bastante “hostil”.

A los pocos minutos, mientras le practicaban la reanimación, llegó la ambulancia, “nos apartamos y apartamos aún más a la gente y los sanitarios se encargaron de ponerle rápidamente las palas eléctricas, lo que afortunadamente le hizo volver de nuevo a la vida”, nos cuenta Evaristo.

Como dato anecdótico, José comenta que escucharon “una especie de ronquidos” que procedían de este joven mientras le hacían el RCP, lo que les hizo pensar que se trataba de su propia respiración, pero más tarde, el equipo médico les sorprendió negando que fuera la respiración pues se trataban de los últimos “ronquidos” que emite una persona antes de morir. Algo “curioso” que según explicaba la pareja de policías, ocurre porque no llega aire a los pulmones y se emiten ese tipo de sonidos que imitan a los “ronquidos”.

El estado de la víctima

Según ellos mismos han podido tener conocimiento, tras pasar una semana en la UCI, el afectado se encuentra estable y hospitalizado en planta. No presenta secuelas de ningún tipo, algo que ellos mismos temían pues cuando llegaron al local no sabían cuánto tiempo llevaba exactamente en ese estado o la magnitud del golpe al caer al suelo. “Nos preocupaba no saber cuánto tiempo llevaba sin respirar, en 4 minutos el cerebro se queda muerto al no llegarle oxígeno”, comentaba José. 

El poco tiempo en llegar de esta pareja de compañeros fue esencial para que hoy, este hombre siga vivo. Tuvieron suerte de llegar pronto porque tan solo se encontraban a un par de calles de distancia ya que por lo general, entre que alguien da el aviso a emergencias y finalmente, llega la ambulancia al lugar de los hechos pueden pasar unos 5-7 minutos. “De no haber llegado nosotros a tiempo, hubiera sido una muerte prácticamente inminente o hubiera tenido secuelas graves”, declaraba Evaristo. El tiempo es determinante pues si en esos 5 minutos se hubieran parado sus constantes vitales, probablemente el desenlace hubiera sido muy diferente.

Las consecuencias de los hechos

Ambos aseguran que era la primera vez que se encontraban en una situación así ya que, nunca antes habían tenido que reanimar a nadie, aunque lo habían practicado hace años con primeros auxilios, lo que les facilitó la tarea en ese momento.

Les preguntamos cómo se sienten después de aquello y ambos afirman rotundamente que 

le han dado la importancia que “como policías creen que tiene”. Considera que el hecho de hacer eso y que tuviera buen resultado, no deja de ser parte de lo que son o de lo que la gente espera de ellos”. Coinciden en afirmar que su trabajo no es “reanimar a nadie” pero sí es cierto, que de no haber sido por su intervención posiblemente ese chico hubiese muerto, como les confirmaron los sanitarios del SESCAM.

¿Orgullosos? Por supuesto, más que como personas, como policías. Evaristo cuenta que él siempre ha querido ser por cosas así, ayudar a una persona un sentido o a otra en otro. “Realmente, cosas como estas hacen “que te sientas realizado y orgulloso de tu profesión”, afirmaba. Con la humildad por bandera, insiste en que no tienen que ser considerados como unos héroes sino “como policías nada más”.

José asiente al escuchar a su compañero y comenta lo mucho que ha evolucionado su trayectoria profesional desde que salieron de la academia de policías en Ávila. La ilusión envolvía a unos jóvenes policías con ganas de detener a los “malos” y ayudar a la gente de a pie. Años más tarde, sin dejar de echar la vista atrás, afirman satisfechos que es la primera vez que pueden decir bien alto que han salvado una vida, que es lo que “les llena”. “Es algo que todo policía o persona puede pensar hacer alguna vez, y nosotros estamos orgullosos de haberlo hecho”, reconocía José.

¿Cómo ha de ser un policía?

Pensemos por un momento en el carácter de un policía. Hay quien podría pensar que es igual que el de cualquier otra persona, con cualquier otra profesión, y hay quién negará rotundamente esta afirmación. Evaristo lo tiene claro. Asegura que debe ser distinto al del resto de la gente y que “se demuestra en momentos como ese”. Y cree sin lugar a dudas que hay se encuentra la diferencia con respecto a los demás, entre hacer o no hacer, entre poner en riesgo tu integridad o simplemente limitarte a mirar.

Algo en lo que se mostraba de acuerdo su compañero José, quien nos explicaba la diferencia entre ir o no con el uniforme, a la hora de que la gente te tome en serio. Si un policía va uniformado a un sitio, todo el mundo sabe qué esa persona es policía, pero la cosa cambia si llega de “paisano” a una discoteca a las 5 de la mañana “abarrotada” de gente, donde hay una notable presencia de alcohol y los asistentes muestran un comportamiento agresivo y hostil, la situación puede volverse turbia y nada favorable para ellos aunque sean “policías”.

“Tuvimos que desalojar la discoteca por el ambiente que había y con el agravante de que la mayoría de gente no sabía quiénes éramos. Todo era un caos, llegamos a temer por nosotros mismos antes de que llegaran los servicios sanitarios y el resto de refuerzos”, manifestaba el inspector.

El corazón de un policía

Una vez que hemos definido el carácter que “debe tener un agente de policía” vamos a tratar de formar un “prototipo” de policía, según la experiencia de Evaristo y José. ¿Es frío un policía? “Toda persona tiene su corazón, pero nosotros en esta profesión tenemos que ser diferentes. Al principio, empatizas con todo el mundo pero a medida que vas viviendo situaciones diversas y tan problemáticas, te vas creando un “caparazón” para que no te afecte todo lo que ves y lo lleves a tu terreno personal”, comentaba Evaristo.

También un policía tiene que ser también un poco “psicólogo”, cuenta José. Una preparación que ya se va adquiriendo desde la academia, pero que tiene un trasfondo mucho mayor conforme avanza la trayectoria profesional, sobre todo en temas más sensibles como por ejemplo, la violencia de género, que por desgracia aseguran, reciben muchas denuncias con situaciones dramáticas, o temas en los que hay menores involucrados. “Es muy difícil actuar solo como policía sin dejarte llevar por la parte humana”, declaraba el inspector.

En relación a esta última afirmación de José, Evaristo asegura que “no es ser frío, sino tratar de ser objetivo e intentar no dejarte llevar por el los sentimientos, que te pueden hacer fallar”. Por ello, insisten en que también “hay que tratar de darse cuenta de cuándo te quieren tomar el pelo” ya que aseguran que existe mucha gente que quiere “aprovecharse del sistema y de la sociedad”, utilizando precisamente a la policía como “primer paso” para conseguir un fin determinado.

La policía nacional y el ciudadano de a pie

Las estadísticas confirman que la figura del policía nacional, junto con la de la Guardia Civil, está mejor valorada entre la población que hace 30 años. Les preguntamos qué opinan acerca de ello y ambos coinciden en que la Policía Nacional siempre ha estado “muy cerca de la gente”. 

Según José, en la actualidad la gente demanda “una policía más próxima al ciudadano, más vecinal”. Por ello se han creado diferentes grupos dentro del cuerpo que tienen contacto con asociaciones e instituciones para estar más próximos aún.

¿Qué hacer si nos encontramos ante una situación similar?

En base a su reciente experiencia les preguntamos a estos compañeros qué podría hacer una persona cualquiera si se encuentra ante una situación como la que ellos vivieron. 

1. Lo primero de todo, llamar al 112 y si aún no ha llegado la ambulancia, hay que asegurarse de si esa persona respira o no y tiene pulso. Ante la duda, lo más indicado sería poner a la persona en posición lateral, la llamada “posición de seguridad”, para que no se ahogue con su propia lengua.

2. Detectar el pulso a una persona inconsciente, es algo bastante complicado, pero si ponemos nuestro oído en la nariz de esa persona podemos fijarnos mejor si el pecho sube y baja. Esta es una de las técnicas que enseñan en primeros auxilios para comprobar si una persona respira o no cuando está inconsciente, y por tanto, si está o no en parada cardiorespiratoria, lo que nos indica que está en fibrilación, es decir, el corazón parado. 

3. Si es así, habría que hacer la RCP con cuidado para evitar romper las costillas o causar alguna lesión grave.

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