¿Deben publicar suicidios los medios de comunicación?

/Sandra Manzanares/ Foto: María Guerrero/

Martes. Siete de la mañana. Suena el teléfono. A esas horas, la noticia no puede ser buena. A partir de aquel día la familia de Mario no volvería a ser la misma. Un suicidio producido en el seno de un hogar anónimo que a las pocas horas trasciende a las redacciones de los medios de comunicación reabriendo el eterno debate sobre el tratamiento del suicidio por parte de los periodistas: ¿Se debe publicar un suicidio? ¿Dónde está el límite?

Ante la complejidad y delicadez del tema, El Digital de Albacete ha contactado con expertos y partes implicadas en este tipo de sucesos, quienes, ante todo priman el respeto hacia las víctimas de los suicidios, que no solo es la persona fallecida, sino su entorno. Recogiendo la frase del filósofo Ortega y Gasset que decía: “Yo soy yo y mi circunstancia”, el presidente de la Comisión de Arbitraje, Quejas y Deontología del Periodismo, Rafael de Medizábal, expresaba que el profesional de la comunicación debe tener la “sensibilidad” y capacidad de diferenciar cuando un suicidio constituye un hecho noticiable.

“Los periodistas tenéis que saber que todo depende de las circunstancias”, indicaba el que fuera creador de la Audiencia Nacional y presidente de la misma durante años, detallando que el carácter noticiable lo delimita la condición de interés público que tuviera el sujeto. La muerte por esta causa de un rey o un ministro adquiere una relevancia pública que cede al Derecho a la Intimidad de esas personas, según dicta jurisprudencia del Tribunal Constitucional. Sin embargo, “el suicidio de una familia corriente no lo es”, puntualizaba.

El suicidio es “una tragedia que supera el mero hecho de la muerte”, continuaba de Mendizábal, apuntando que esta práctica “tiene algo de antinatural y genera vergüenza social”. Un estigma que viene arrastrado históricamente y que en muchas ocasiones afecta a los más cercanos a la persona fallecida, lo que lleva los comunicadores a seguir una ley no escrita por la cual se “respete la intimidad al máximo” y proteja a las familias.

Impacto generacional

“Es tremendo porque se asocia con fallos de la familia”, explica la vocal del Colegio Oficial de la Psicología de Castilla-La Mancha, Rocío Goitia, quien añade algunos de los reproches que la sociedad hace a los más allegados como puede ser una hipotética falta de apoyo hacia el fallecido o falta de atención al no percibir el estado real de la persona, lo que les lleva a sentirse “estigmatizados” de por vida.

Tanto es así que un suicidio puede tener repercusiones hasta en tres generaciones, y es que se tata de un “acto muy violento” nace del interior de una persona expandiéndose en su entorno bajo diversas apariencias. Por ello, y por el “efecto imitación” que produce en aquellos con factores predisponentes que interpretan este hecho como una puerta de escape al dolor, “el suicidio como tal nunca debería ser una noticia”, asevera Goitia.

En 2002, un albaceteño decidía quitarse la vida en su lugar de trabajo. Era Guardia Civil y estaba destinado en Mérida. Su muerte se publicó en medios locales extremeños y saltó a Televisión Española. Como nos cuenta uno de sus familiares, el fallecido escribió una carta en la que detallaba que sufría acoso laboral por parte de dos altos mandos de este cuerpo, algo que fue denunciado y de lo que el juez no encontró indicios, por lo que decidió cerrar el caso.

La prensa escrita lo detallaba como “muerte en extrañas circunstancias”, aunque líneas más abajo especificaba el método con el que el albaceteño sesgó su vida. Detalles que suman “más dolor”, relata el hermano del fallecido, señalando que en esos duros momentos, lo último que necesita la familia es que se “indague” en ello, y menos, que se publique, a no ser que al hecho en sí le rodeen circunstancias como las que dejó escritas su hermano antes de morir, en cuyo caso, “se debe saber” para que se haga “justicia” y la familia tenga la “tranquilidad de que esas personas no volverán a hacer daño a nadie más”, concluía.

Y es que cada suicidio tiene sus particularidades, y también, volviendo a Ortega y Gasset, igual que cada persona, su circunstancia. Con la derogación del segundo artículo de la Ley Fraga en 1975, llegaba la libertad de prensa a nuestro país, que, “como todo tiene sus límites”. Líneas rojas en las que se dibuja “la ética y la moral de no dañar a los demás innecesariamente”, decía el presidente de la Comisión de Deontología del Periodismo, organismo que vela por el cumplimiento del Código Deontológico de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España, FAPE.

“No alimentar el morbo”

Ya en el siglo XIX se publicaban suicidios en los medios de comunicación españoles, que fueron acogidos con “morbo” por lo explícito de las referencias que llegaban a facilitar detalles inimaginables hoy en día. Ya entrado el siglo XX, y especialmente durante la dictadura se vetaban estas publicaciones, aunque finalmente, “el morbo venció”, llegando a los kioscos el semanario de sucesos El Caso, que recogía los crímenes más escandalosos de la época.

Según la RAE, el morbo es el “interés malsano por personas o cosas”, también constituye la “atracción hacia acontecimientos desagradables”. Conductas que, en palabras del Comisario del Cuerpo Nacional de Policía de Albacete, José Francisco Roldán, generan en la sociedad los suicidios y que “no hay que alimentar”, por lo que considera que los medios de comunicación no deben hacerse eco de los suicidios de la gente de a pie.

José Francisco Roldán

“Cuando se habla de suicidios surge la sensación de que se repiten más de lo normal”, explica el Comisario Roldán a El Digital de Albacete, señalando así que “los medios serios no hacen referencia al suicidio por el morbo que suponen y porque no aportan nada a la sociedad”. En el caso de que los profesionales consideren que los hechos son de carácter noticiable, la publicación de los mismos debe ser “escueta”, sin identificar a la persona fallecida, las circunstancias del mismo o la ubicación del suceso que puede producir un “gran daño” a la familia, además de entorpecer posibles investigaciones policiales.

Todo suicidio es investigado con el objetivo de esclarecer las causas del mismo, tarea complicada en la que los agentes también estudian la posibilidad de que exista inducción al suicidio, delito tipificado en el Código Penal. Si el tratamiento por parte de los medios de comunicación no es correcto se pueden facilitar datos que “generen ciertas expectativas” y den alas a “supuestas versiones que pueda tener una de las partes”, remarcaba el Comisario.

Por todo ello, los medios de comunicación deben reflejar, si se diera la circunstancia, que en la investigación del suceso referido se baraja la hipótesis del suicidio, así como publicar el resultado del informe final, pues hay que recordar que “lo importante es esclarecer los delitos”, incidía Roldán, ya que “quien solo piensa en la información sin preocuparse de las consecuencias puede estar perjudicando los intereses de la víctima o de su entorno”, aseveraba.

Pascual Martínez

Algo en lo que coincide el Jefe de la Policía Local de Albacete, Pascual Martínez, quien indica que si bien “la información es importante”, en ocasiones, la difusión de este tipo de noticias no resulta un hecho “positivo”, ya que lanzan a un “primer plano” la intención del suicidio en personas que la puedan tener latente, además de multiplicar el malestar de las familias. Así, Martínez señalaba que la Policía Local “no es partidaria” de revelar estos datos.

Suicidios en España

Los suicidios no pueden mantenerse en silencio pues son “una realidad”. De hecho, constituyen la primera causa de factores externos de muerte sobre todo en hombres, nos explica la psicóloga Rocío Goitia, quien señala que la mejor manera de romper con el tabú existente no es la publicación de casos concretos, aunque si se hiciera, es “importante” la forma en la que narrar lo ocurrido, igual que en otros sucesos como pueden ser los asesinatos.

La manera en la que un medio de comunicación expone la noticia puede ser determinante para idealizar una conducta o para condenarla. En relación a ello, y como venimos señalando durante todo el artículo, la difusión de los suicidios puede acarrear el denominado “efecto Werther” como ocurrió con la muerte de Marilyn Monroe o Kurt Cobain, a las que siguieron oleadas de suicidios en Estados Unidos.

“La gente se identifica con la idealización que ocurre con estas personas tras la muerte”, señala Goitia, detallando que a los factores predisponentes que tienen quienes se suicidan, tales como el abuso de sustancias, los trastornos de la personalidad o la impulsividad; se suman factores desencadenantes, como pueden ser situaciones de bullyng o problemas económicos. En todo el mundo se suicidan un millón de personas al año y en España, una media de 3.500 personas.

Realidades desconocidas y silenciadas que pueden frenarse creando redes de apoyo entre personas, pues “nosotros mismos somos los encargados de protegernos frente a ello”, dice Goitia animando a todo aquel que pueda reconocer en su persona o en alguien de su entorno estas características a buscar ayuda. Una charla entre amigos, el Teléfono de la Esperanza o recurrir a profesionales de la psicología son acciones que pueden reconfortar. Alternativas que adquirirían mayor relevancia de la mano de los medios de comunicación, determina Goitia.

Detrás de las cifras se esconden las personas y nunca es un suicidio más para las familias ni debería serlo para el conjunto de la sociedad, consideración en la que los medios de comunicación tienen un papel primordial con el tratamiento que realizan de la información. Tratamiento del que también están detrás personas.

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