¿Existe la depresión postvacacional?

/Llanos Esmeralda García/

Apatía, cansancio, tristeza… Volver a la rutina después de las vacaciones puede suponer un problema ya que en muchos casos la persona puede llegar a sufrir la llamada “depresión postvacacional”. La adaptación a la rutina es la causa de este estado emocional que podemos llegar a sufrir todos en mayor o menor medida. En Albacete capital consideramos que el final del verano ha llegado una vez concluida la Feria de Albacete.

“Hablamos principalmente de un problema de re-adapatación a la vida activa, no un trastorno mental por tanto ni se considera ningún diagnóstico” señala Carmen Abellán, Facultativo Especialista Psicología Clínica en el Hospital Perpetuo Socorro de Albacete, a El Digital de Albacete. Y es que insiste en que se trata de un proceso normal “de ajuste que hacemos todas las personas; y cuando las personas presentan dificultades en adaptarse, solemos experimentar cierto malestar, y otros síntomas como melancolía, irritabilidad, apatía o falta de interés, o desajustes en los ritmos de sueño, como forma normal de resistencia a la adaptación”.

Matiza Abellán que “tenemos la sensación de que existe la tendencia actual en la sociedad de patologizar casi cualquier tipo de malestar de las situaciones normales de la vida,  incluso tratarlo o medicalizarlo. Hasta la fecha, la depresión postvacacional no ha sido reconocido como un trastorno con entidad propia por la comunidad científica. Aceptar estos supuestos diagnósticos puede llevarnos a considerar que tenemos algún problema, lo que encaja dentro de una filosofía, o una forma de entender el mundo, donde se asume que, en la vida, todo tiene que ser agradable y fácil. Esto propicia la intolerancia del malestar y el estrés normal de la vida”. Puede ser difícil pasar de la siesta y la playa al despertador, y es comprensible, pero insiste la especialista en que no se requiere ayuda profesional para ello por lo que la mayoría de los profesionales sanitarios “lo consideramos como algo normal, transitorio y no patológico”.

Y es que si hemos desconectado y descansado “nos tiene que costar”, es más asegura Abellán, “son signos y síntomas, normales, que remiten a los pocos días o semanas en la mayoría de los casos” en otros, si persisten los síntomas, “puede que en ocasiones esta depresión postvacacional encubra o maquille otros problemas anteriores, por ejemplo en aquellos casos en los que ya existía, antes de las vacaciones, un estado de ánimo bajo o deprimido, falta de motivación por el trabajo, síndrome de burnout (o estar quemado), estrés laboral, etc”. Probablemente el aspecto más importante sea la percepción subjetiva de cada persona sobre la vuelta al trabajo o a la rutina habitual, que puede ser más o menos positiva o negativa.

Y es que si nos cuesta volver es porque o se ha desconectado bien y es duro volver a disciplinarse en horarios y tareas, o porque hay por delante situaciones que nos cuesta afrontar, en estos casos determina Abellán “puede merecer la pena la reflexión, sobre lo que el trabajo en este momento significa en nuestra vida”.

Alternativas

Una alternativa para afrontar esta situación, aconseja la psicóloga es “aprovechar la carga de energía y la sensación de bienestar que han reportado las vacaciones para proponerse nuevas metas significativas, tanto en el terreno laboral como en el resto, que nos empujen a crecer”. Por tanto, insiste en que la “depresión postvacacional” también puede representar una oportunidad para intentar mirar dentro de nosotros mismos y reorganizarnos.

Una de las claves más importantes es cómo afrontemos la vuelta, y es que pensar en positivo es fundamental.

Otras recomendaciones clásicas que suelen darse y que también pueden ayudarnos, señala Abellán es aprender a “ponernos límites en la vuelta a la rutina (por ejemplo intentar comenzar gradualmente con la intensidad del trabajo), tomarnos nuestro tiempo y hacer un regreso de manera relajada. Plantearnos aceptar una temporada de cierto caos y desorganización. Podemos considerar septiembre como un mes de transición a la vuelta, de poco a poco.  También, fraccionar el período vacacional en más de una vez si fuera posible, evitar llevarse el trabajo a casa y delimitar espacios, cuidar los horarios de sueño intentando adaptarlos progresivamente a la rutina de nuevo, relativizar el sentido de las vacaciones e incluso utilizar el sentido del humor”.

Además, que se acabe el período estival, señala la facultativo no significa que no podamos disfrutar de las cosas, tenemos el pensamiento de que trabajo y las actividades agradables (deporte, vida social) son incompatibles, y eso es un error de concepto. “La clave es darnos la oportunidad de construir días distintos, con significado y de acuerdo con nuestros valores y metas, y sin esa sensación de volver a movernos por la misma rueda de hámster”, concluye Abellán.

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