/Sandra Manzanares/Fotos: María Guerrero/Vídeo: Jennifer Comuñas/
Abrazos, sonrisas y alguna que otra lágrima se ha visto a la llegada de los 64 niños saharauis a Albacete, que, aunque cansados del viaje, vuelven a nuestra ciudad con ganas de disfrutar de unas ‘Vacaciones en Paz’ y de sus familias de acogida, unos por vez primera y otros repitiendo una experiencia inolvidable.
Desde el campamento de Tinduf llegaban estos pequeños de edades comprendidas entre los 10 y los 12 años, que se quedarán en Albacete hasta primeros de septiembre. Dos meses en los que les esperan revisiones médicas, tiempo para descansar del calor que asola el Sáhara y como no, para ir a la piscina, de excursión o a la playa. En definitiva, para pasarlo bien y vivir momentos incomparables desde el punto de vista cultural y, también humanitario.
Además de compartir momentos, ‘Vacaciones en Paz’ constituye un importante punto de vista humanitario pues los niños vuelven al campamento con sus niveles de nutrición recuperados y con varios kilos más. En este sentido, cabe recordar que los refugiados saharauis viven de la ayuda humanitaria, con lo cual suelen consumir alimentos secos tales como pastas o arroces, teniendo carencias de los nutrientes necesarios para estar totalmente sanos.
Según nos ha explicado la coordinadora del operativo en Albacete y miembro de la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui, Cristina Pina, los niños vienen para realizarse todas las revisiones de salud correspondientes a su edad, que no pueden hacerse en el Sáhara. Así, Cristina detalla que desde la asociación continúan con el proyecto de discapacidad y en él se incluye a Fatimetu, la niña ciega que llegaba a España por primera vez el año pasado, un niño que precisa ser operado de una hernia, y otros dos pequeños con baja audición y visión.
Los pequeños vienen a España algo desubicados por las largas horas de viaje y el hecho de adaptarse a otro mundo, idioma y costumbres; algo que es creciente en los niños nuevos, que desconocen el castellano, aunque no tardan demasiado en aprenderlo, detallan las familias. Y es que, familias como la de Vanesa esperan durante todo el año a que lleguen unos niños a los que quieren ayudar, y de los que al final terminan aprendiendo mucho más de lo que imaginan en lo que es una experiencia “maravillosa” y llena de matices.
Y es que estos viajes suponen para los niños una manera de fortalecer su sistema inmunológico y ganar en calidad de vida con un programa que lleva en nuestra ciudad desde 1.993, y como no, de disfrutar jugando, la única preocupación que cualquier niño debería tener en verano.