VÍDEO | Así es el horno crematorio del Cementerio de Albacete, que ha superado ya las 6.000 cremaciones de difuntos

/Sandra Manzanares/Vídeo: Jennifer Comuñas/Fotos: María Guerrero/

La evolución de la sociedad hacia otras corrientes hace que cada vez sean más los que eligen ser incinerados tras la muerte. Nuevas mentalidades que con el tiempo se han asentado en nuestra ciudad y que hacen que cuatro de cada 10 personas en Albacete hayan decidido cambiar los nichos por las urnas.

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Era costumbre que los españoles velaran a los difuntos en casas particulares antes de ser enterrados, siendo relativamente reciente el pasar la noche junto a ellos en los tanatorios. Además, desde hace un par de décadas la práctica de la cremación viene cogiendo fuerza, que, en un principio, era llevada a la práctica por “gente de nivel cultural medio-alto”, nos explica el gerente de Mortualba, empresa concesionaria del Tanatorio y Unidad de Cremación de Albacete, Julio Jiménez; pero que ahora, se ha normalizado.

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Así, Jiménez nos cuenta que el Crematorio de Albacete ha superado las 6.000 cremaciones, desde que en 1.993 nuestra ciudad comenzara a prestar este servicio que ha pasado de las 20 cremaciones en su primer año a las 480 de 2.016. Se trata de una técnica que separa la parte ósea de la parte orgánica del cuerpo del difunto, para lo que se necesita un horno capaz de alcanzar una temperatura superior a los 800 grados centígrados y, cuatro horas de proceso que deja como únicos restos del cadáver, sus huesos.

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Con la cremación se obtienen los mismos resultados que los que produce la descomposición de un cuerpo a lo largo de los años, cuando “solo queda la parte ósea dentro del ataúd”. La cremación empieza introduciendo féretro en el horno, donde se volatiliza el 80% del cuerpo humano, compuesto por grasas y líquidos, pasando la parte ósea al cremulador, una máquina donde se enfrían los restos y “se muelen para que queden hechos polvo”, y, finalmente puedan ser introducidos en la urna.

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Novedosos recipientes

Las tradicionales urnas metálicas han dado paso a recipientes compuestos por materiales biodegradables, incluso familiares y amigos ahora pueden llevar al difunto consigo, literalmente. Hasta hace muy poco el 90 % de estas personas esparcía las cenizas en lugares representativos o con algún significado especial, como pueblos, ríos o mares; sin embargo, cada vez son más los que gracias a los avances en el arte funerario, optan por introducir los restos de los difuntos en pequeñas cápsulas recogidas en joyas o colgantes.

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Hay quienes apuestan por el descanso en el Cementerio de las cenizas de sus difuntos, y para ello cuentan tanto con columbarios, que son nichos más pequeños, como con un espacio llamado “El Jardín del Reposo”, un cubículo bajo tierra donde confluyen los restos de centenares de fallecidos, y donde se perciben las muestras de cariño de sus allegados, igual que en las lápidas.

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Y es que, la muerte también tiene sus tendencias y van evolucionando de aquellos años de velatorios en las casas particulares a la cremación y al reposo de las cenizas. Pese a estos cambios en cuanto a la forma, continúa prevaleciendo un deseo común: el descanso eterno de nuestros difuntos.

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