/Sandra Manzanares/
“Me desperté un día y tenía entumecido medio tronco, piernas y manos, pensé que era de cansancio y fui a urgencias porque se empeñó mi madre, ahí me dijeron que podría ser esclerosis múltiple”, este fue el primer contacto de Isabel con la enfermedad hace ya 8 años.
Tras un mes de pruebas, le confirmaron el resultado. Esclerosis. “El momento del diagnóstico fue muy duro y lo primero que te preguntas es por qué me pasa a mí, por qué tan joven”, y es que Isabel, por aquel entonces solo tenía 18 años. “Pierdes la ilusión y directamente te ves en silla de ruedas”, añade. En esos días, incluso en los primeros años, “te imaginas todo lo malo” y la vida da un vuelco gestándose en el interior un miedo permanente a la dependencia, a que en un futuro “tengas que estar a cargo de una persona”, desvela.
Este cambio tan “brusco” supuso un antes y un después en la vida de Isabel que le trajo nuevas rutinas entre las que se encuentra la medicación y sus efectos secundarios. Cabe destacar que, a pesar de que en los últimos tiempos la medicina ha dado importantes pasos en este campo, todavía se desconoce la causa de la enfermedad y tampoco se ha encontrado una forma de frenarla totalmente. Con lo que sí cuentan los afectados es con unos tratamientos que mejoran su calidad de vida a la vez que retrasan la aparición de nuevas lesiones cerebrales.
Medicamentos que la joven estuvo a punto de abandonar debido la “agresividad” de unos tratamientos que provocan en el cuerpo fuertes efectos secundarios como pueden ser fiebres elevadas o dolores de estómago. Reacciones “extrañas que cuesta asimilar”, y que hicieron que esta albaceteña barajara la posibilidad de no tomar la medicación, “y más cuando físicamente no te duele nada”, señala Isabel recordando que su primer brote “se le quitó al poco tiempo”.
Ganas de vivir
Sin embargo, llegó un momento en el que Isabel decidió dejar atrás los lamentos y mirar hacia adelante, pues ahora se “arrepiente” de los años en los que ha estado psicológicamente “mal”. “Sin dolerme nada, solo de pensar en lo que podía pasar me hacía daño a mí misma”, y es que con el paso de los años “me he dado cuenta de que ha sido tiempo perdido”, apunta Isabel, “pero eso no te lo puede decir nadie, tienes que darte cuenta tú”, concluye.
Por ello, Isabel nos cuenta que “no se permite” que la enfermedad le afecte en el plano personal ni en el laboral, pues la joven trabaja como cualquier otra persona, hace ejercicio y sale con sus amigas, es decir, continúa con su vida haciendo “lo posible para que esto no te pare”, apunta. En este aspecto, Isabel destaca el apoyo de la familia y de la gente que le rodea como algo fundamental y, sobre todo, la actitud con la que se afronta la enfermedad. Además, reconoce que ha aprendido a valorar la vida de otra manera, quitándole importancia a cuestiones que antes le preocupaban, y es que, “la vida es muy larga y todavía nos queda mucho por vivir”, sonríe.
Después de hacer un recorrido por las fases de la enfermedad que ella misma ha experimentado, en la actualidad Isabel se muestra tranquila, esperanzada y con muchas ganas de seguir adelante por lo que, a quienes ahora atraviesan por momentos difíciles, les invita a tomarse “su tiempo” para asimilar las cosas y sobre todo a luchar, porque continúan siendo la misma persona que el día antes de saber que estaban enfermos.