Un ingeniero albaceteño crea una incubadora de bajo coste para salvar vidas en el Tercer Mundo

/Sandra Manzanares/

incubadora albaceteño 1El albaceteño Alejandro Escario es el creador de un prototipo de incubadora de bajo coste con la que se podrían salvar miles de vidas en los países del Tercer Mundo.

Este ingeniero de telecomunicaciones y de informática por la universidad San Pablo CEU, cuenta con un master en ingeniería biomédica del que nació la idea. En enero de 2015 emprendía la creación de esta incubadora como proyecto de fin de master porque le pareció un “trabajo bonito con el que poder ayudar a la gente”. Meses después recibió el premio al mejor proyecto de base médica ‘Best Medical Project’ otorgado por el Instituto Tecnológico de Massachusett, en Estados Unidos, una de las escuelas universitarias más prestigiosas del mundo.

Escario explica que la incubadora pretende ayudar a salvar vidas, y generar empleo local, por lo que “no queremos fabricar una incubadora en España, empaquetarla y darla. Queremos proporcionar las herramientas necesarias para que los destinatarios mismos puedan fabricarlas”.

De esta manera, se facilitan planos y manuales sencillos de reproducir por “cualquier carpintero local”. El creador del proyecto mantiene así la importancia de “dar el poder al usuario y hacerle dueño de la solución” ya que, según cuenta, en muchos casos de voluntariado, se realizan actividades para ayudar a quienes lo necesitan, pero una vez que se marchan los voluntarios no se mantienen. En esta línea, Escario recalca el seguimiento del proyecto y de la formación de los receptores como un eje básico del mismo.

El creador del proyecto explica que los costes de un único prototipo están en torno a los 500 euros, pero si se fabrican a granel puede bajar a 250 euros. Si tenemos en cuenta que el precio de una incubadora normal está en torno a los 6.000 euros, esta alternativa “facilitaría el tratamiento de muchos niños”,

Composición de la incubadora

En cuanto a los materiales que se emplean para componer la estructura de la incubadora, el ingeniero recomienda el metacrilato, pero otra opción es fabricar un diseño con madera por la facilidad que tiene a la hora de emigrarlo a otros materiales como el propio metacrilato.

Además de que cada material tiene sus ventajas e inconvenientes en el aspecto técnico, “es muy importante entender las condiciones culturales locales para poder abordar el problema”. A modo de ejemplo, Escario explica que hay determinadas tribus nómadas que aceptan mejor los modelos hechos en madera que incubadoras de otros materiales en las que “no quieren meter al niño dentro porque el diseño no les resulta familiar, les da miedo y una vez que meten al niño ya no lo sienten suyo. Prefieren coger cajas de cartón y meterlos ahí”.

incubadora albaceteño 2

A la estructura le acompaña un sistema electrónico que permite hacerla trabajar, en el caso de que no se dispusiera de este sistema o dejara de funcionar se podrían aplicar soluciones alternativas.

Cabe recordar que la incubadora tiene tres objetivos fundamentales: humedecer el aire interior, que podría hacerse poniendo una bandeja de agua debajo del colchón, que con la temperatura interna de la incubadora aumentaría la humedad; otra de las finalidades es inclinar la cama, que depende de la estructura de la incubadora y, en tercer objetivo es el de calentar al niño, que podría conseguirse cerrando la ubicación, con lo que el propio niño calentaría la incubadora. “De hecho, por eso las tribus meten a los niños en cajas de cartón, porque el propio cuerpo humano desprende calor”, matiza Escario.

Un proyecto con miras de futuro

incubadora albaceteño 4El precursor de esta iniciativa, manifiesta que la idea no es quedarse en una incubadora, si no hacer una asociación que le gustaría llamar ‘Voluntariado 3.0 con tintes de ingeniería mínima”. Así, aunaría el voluntariado con una ingeniería de mínimos, lo que le permitiría con la tecnología existente “quitar lo que nos sobra, bajar el precio al máximo y llevar a cabo la tarea”.

A raíz de ganar el premio ‘Best Medical Project’, Escario cuenta que comenzaron una “avalancha de entrevistas” y de contactos. Al ver la buena acogida del proyecto, el albaceteño inició la búsqueda de un equipo hasta conseguir gente que se comprometiera a colaborar con su proyecto. A día de hoy cuenta con diez personas entre las que hay enfermeras, médicos, ingenieros o profesores.

Actualmente, “estamos en una fase muy inicial, viendo que requisitos tenemos que cumplir, estudiando las características de cada zona y cada colaborador del proyecto”, señala Escario. Y añade que “el siguiente paso es conseguir financiación para que “el proyecto sea capaz de sostenerse”.

La asociación trabajaría con otras asociaciones locales de países en vías de desarrollo que comprarían el material, y, o bien construirían los voluntarios el prototipo o, los propios usuarios. Así, la asociación local donaría el prototipo a quien lo necesitara. Una de las incubadoras ya creadas se encuentra en el país africano de Benín, y fue donada por la ‘Asociación CEU San Pablo’.

Aunque el albaceteño reconoce que “el ámbito biosanitario es muy complicado”, también supone un “reto”, y tanto él como sus colaboradores le están “poniendo muchas ganas para que salga adelante”.

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