Cada cierto tiempo una enfermedad ocupa los titulares de los periódicos. O porque celebran su día internacional, o porque se ha descubierto una cura, o por un caso especialmente emotivo que ha suscitado oleadas de solidaridad. Por debajo o por encima de la repercusión mediática, profesionales trabajan en investigación, cuidados, creación o mejora de tratamientos farmacológicos… O luchan para que sustancias como el aceite de CBD sean legalizadas y se reconozcan enfermedades como la fibromialgia. Esta enfermedad, llamada la “enfermedad invisible” limita enormemente a quien la padece y por ahora carece de explicación científica. Consiste en rigidez en el cuerpo, sensación de inflamación y una anomalía en la percepción del dolor. Es incapacitante y causa de numerosas bajas laborales, afectando a una franja de entre un 2 y un 4% de la población española (más de un millón de personas, que son en un 90% mujeres).
Se han desarrollado diferentes medidas para intentar mejorar la calidad de vida de estas pacientes, unas a través del deporte, y otras, quizás más interesantes por las implicaciones que conllevan, con nuevos fármacos como el ya nombrado aceite de CBD. Este aceite, rico en omega 3 y omega 6 y sin contenido psicoactivo, está asociado a una mejora sustancial en las enfermas según una investigación de la Universidad de Sevilla. Este es un ejemplo de cómo cada vez más sustancias asociadas al cannabis pueden ayudarnos a vivir mejor e incluso suponer una verdadera mejora (no solo en la sintomatología sino a nivel patológico) en muchas dolencias. En EEUU los médicos recetan cannabis para el glaucoma, la epilepsia o el parkinson, y para aliviar los efectos secundarios asociados a la quimioterapia. En Europa todavía estamos algo lejos de esa situación, pero algo se mueve en el camino de los tratamientos alternativos a la medicina tradicional. Cuanto más amplio sea el espectro de enfermedades, profesionales y medios para aliviarlas, mejor para todos.