Cencerros de Albacete recorren el mundo

Casi 50 años haciendo cencerros

El Gobierno de Castilla-La Mancha reconoció, el pasado mes de octubre, en la Feria de Artesanía de Castilla-La Mancha (FARCAMA), la trayectoria del cencerrero almanseño José Ramón Navalón que, con su labor, encumbra la tradición artesana de la región.

‘Cencerros Navalón’ de Almansa es un lugar congelado en el tiempo, porque todo está hecho de manera tradicional. Y es que, el proceso de elaboración de cencerros encierra una técnica ancestral con el fundido de metales al horno, y la afinación del sonido de cada pieza. José Ramón Navalón indica que “la forma de hacer cencerros no ha cambiado desde que se inventó. Así que, ellos eran muy listos, o nosotros muy tontos”.

Cencerros Navalón / Foto cedida

Cencerros fabricados de forma artesanal

José Ramón lleva casi 50 años fabricando este artilugio que, como explica el artesano, “partiendo de unas planchas de hierro, se va modelando en frío con yunque y martillo. Cuando ya está conformado se recuece en el horno. Previamente y con el fin de darle el baño de latón y cobre, la pieza necesita un material refractario, como es la arcilla, para que proteja el cencerro y deje que el hierro se funda con el latón y el cobre”.

Cencerros Navalón / Foto cedida

El trabajo termina enderezando la pieza y colocando el badajo, que es lo que le hace sonar. “Para que funcione bien, el badajo debe tener densidad. En la zona de La Mancha lo tradicional es que los badajos se hagan de la madera de arbustos como el espino, que al ser de crecimiento lento, tiene la madera muy dura. En realidad, un cencerro es una caja de resonancia, así que, jugando con su forma, y el grosor de la chapa, se puede conseguir diversidad de sonidos”, asegura.

Cencerros Navalón / Foto cedida

Cencerrero de herencia y vocación

Cencerrero de vocación, comenzó en este arte desde muy joven, cuando, observando a su padre, tuvo claro a lo que se quería dedicar. “Mi padre estaba contratado en una fábrica de cencerros, y de vez en cuando iba a visitarlo. Me gustaba verlo trabajar, y comprobé que este era un oficio que se podía palpar, en el que tenía que llevar todo para adelante, empezar con algo, y terminarlo. Si tropezaba, tenía que intentarlo de nuevo. En mi pueblo se dice que el que tropieza y no se cae, adelanta el doble. Así que decidí seguir los pasos de mi padre, y comencé a trabajar como cencerrero a los 17 años”, revela.

José Ramón Navalón en la casa vieja donde abrió por primera vez el negocio / Foto cedida

Pronto se dio cuenta de que no quería ser un asalariado. “Desde muy joven he sido muy antisistema, así que empecé a pensar en la posibilidad de salir de ese entramado. Mi sueño era montar algo por mi cuenta, y me atraía la idea de hacer algo de artesanía en una era casi industrial. Empecé a trabajar, hasta que me fui al servicio militar, y al volver, con 21 años, hice realidad mi sueño. Como no tenía dinero, María José, mi novia por aquel entonces, y mi esposa en la actualidad, me prestó el dinero para arrancar, algo por lo que le estoy muy agradecido. Comencé la aventura en una casa vieja a las afueras de Almansa, donde estuve durante 8 años. El negocio fue creciendo, hasta que decidí hacer una nave en el polígono de Almansa, en la que he seguido hasta estos días”, narra.

Cencerros Navalón / Foto cedida

Un artesano que traspasa fronteras

Una vez instalado en su nueva nave, José Ramón Navalón fue abriéndose camino, recorriendo España de arriba abajo. “Cogí el coche y lo cargué con muestras de mis mejores creaciones, y empecé a abrir mercado en las ferias ganaderas. Con el tiempo, se puede decir que, en la actualidad, conozco a toda la gente que se dedica a la ganadería en España. Ahora tengo clientes en todas las zonas ganaderas, y mis principales clientes están en la Cordillera Cantábrica, y Andalucía. Más tarde, lo mismo que hice en España, lo hice en Francia, y aquello fue un gran acierto. Recorrí las ferias de ganado del país, y eso supuso un gran empujón en el negocio, ya que Francia es un gran consumidor de cencerros. Mi mujer me ayudó mucho en esa aventura, porque controla muy bien el idioma y me acompañó. Además, ella es asesora, fiscal y contable, y siempre me ha llevado los números. Para mí ha sido un apoyo muy importante toda la vida”, subraya.  

Trabajando en el horno / Foto cedida

Hay cencerros de José Ramón por todo el mundo, como en Suiza, Francia, o Estados Unidos, donde “han llamado mucho la atención, porque los cencerros de allí son muy distintos. El cencerro es un producto muy del gusto de la tierra. Incluso, en una misma región, a los de arriba les gusta un sonido, y a los de abajo otro. La gente está en su rodal, y el sonido de sus cencerros tiene que ser único, y diferenciarse de los demás. No hay que olvidar que el sonido del cencerro sirve al ganadero para identificar y localizar al animal que lo porta, para tener controlado al ganado al salir al campo, y que los animales se vayan agrupando, y todo eso tiene que tener su propio sonido”, aclara.

Cencerros / Foto cedida

 ‘Solo quedan 8 cencerreros en toda España’, advierte Navalón, quien se muestra convencido de que estos oficios se encuentran en peligro de extinción porque “es difícil vivir de la artesanía. Ser artesano es un oficio muy sacrificado, la artesanía hay que trabajarla durante muchas horas para que cuadren las cuentas”.  Pero las 11 horas que dedica todos los días a su trabajo no se le hacen cuesta arriba, ya que disfruta de lo que hace. “Mi mayor satisfacción es cuando me llaman los clientes para decirme que les gustan mucho los cencerros que les he enviado”, concluye. El arte de fabricar cencerros, un oficio en peligro de extinción, que aún podemos encontrar en Almansa, gracias a José Ramón Navalón.

Modesto Colorado

Comunicador y cantante de Albacete. Más de 20 años de experiencia en medios de comunicación, especializado en información y reportajes de ámbito cultural.
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