La poseída de Minaya

/Redacción/

Las leyendas juegan un papel importante en la cultura oral de muchos pueblos de la provincia de Albacete y la de Inés de Moratalla, la Poseída de Minaya, además de ser un hecho real ocurrido en tiempos de la Santa Inquisición, ha trascendido de generación en generación a lo largo de los años gracias al boca a boca y a algunos documentos escritos que se conservan al respecto.

Cuenta la leyenda que Inés, natural de Minaya, era una mujer que en 1516 llegó a la conquense localidad de El Provencio creyendo estar endemoniada y lo hizo buscando a un sacerdote llamado Garcisánchez, que había ganado fama en la zona como conjurador de demonios y experto exorcista.

Para entender mucho mejor esta historia habría que retroceder en el tiempo y conocer algunos datos del afamado Garcisánchez, cura en El Provencio que tenía varios hijos reconocidos y que quienes lo conocían tachaban su honestidad de dudosa. Así y según juzgó tiempo más tarde el Tribunal de la Inquisición en Cuenca, cuando la persona a exorcizar era una mujer, su ‘infalible’ método para expulsar demonios requería compartir lecho con él y practicar sexo.

Volviendo a Inés y a su convencimiento de estar poseída por el maligno, fue conjurada varias veces por Garcisánchez y un día la hizo subir al altar durante la misa, desde donde realizó a los presentes una increíble afirmación al asegurar que Inés no estaba poseída por el demonio sino que era un ser divino el que había tomado su interior; entonces, se arrodilló ante ella para adorarla. Tras ello, invitó a todo el pueblo a que hiciese lo mismo y le llevaran a Inés todo tipo de presentes. Inexplicablemente, todo el mundo lo hizo hasta que se descubrió el contubernio que Garcisanchez había ideado con la cómplice minayense.

Fue entonces cuando la Inquisición tomó cartas en el asunto y juzgó a ambos el 25 de noviembre de 1516, sentenciando a Garcisánchez a cadena perpetua, a abandonar la doctrina religiosa públicamente y a llevar colgado hasta el final de sus días el infame sambenito. Además, se le impuso una sanción económica de 20.000 maravedíes.

Por su parte, en lo que respecta a Inés de Moratalla, el Tribunal de la Inquisición tuvo en cuenta como atenuante su ignorancia y su condena fue recibir 100 azotes públicamente. En su declaración ante el Tribunal, Inés desveló a los inquisidores que Garcisánchez la había engañado al decirle que si tenía relaciones íntimas con él sería más fácil que el demonio abandonara su cuerpo; algo que afirmó había sucedido en dos ocasiones.

El Digital de Albacete

Diario digital líder en Albacete con toda la información de la capital y provincia
Botón volver arriba