Cuenca

Cuenca es ciudad para pasar unos días, recorrerla en calma y sin perder detalle, pues son muchas las maravillas que esconde y que no podemos dejar de visitar. Una ciudad para ver por dentro, paseando sus calles, entrando en sus rincones monumentales; y contemplar desde fuera, desde el otro lado del Júcar.

Ciudad Patrimonio de la Humanidad, en su extensión se mezcla la espectacularidad arquitectónica con la naturaleza. Sus calles tienen encanto propio, sobre todo las del casco antiguo que desembocan en una de sus joyas, la Catedral. Y como no hablar de la Plaza Mayor y de sus monumentos, visita obligada para los turistas. En definitiva un reflejo de la historia del arte o el arte abstracto contemporáneo.

Mención especial merecen las casas colgadas, sorprendentes tanto por su situación, encaramadas a la cornisa de la roca sobre la hoz del Huécar, como por su arquitectura, y que no es de extrañar que llamen la atención de turistas a nivel internacional.

Del conjunto de estas casas sólo tres son visitables: la casa de la Sirena que aloja un mesón donde degustar la tradición y las Casas del Rey que permiten el deleite del arte abstracto al mismo tiempo que la construcción interior de estas casas con su viguería de madera, una verdadera joya de la arquitectura popular.

La Semana Santa es la fiesta de Cuenca por excelencia. Declarada de Interés Turístico Internacional, impresiona por su gran belleza.

La celebración de la Semana Santa conquense adquiere especial relieve por el trazado urbanístico medieval del Casco Antiguo, que se convierte en un espectacular escenario que nos transporta a tiempos pasados. Los desfiles procesionales adquieren una gran belleza al anochecer.

Por último, destacamos la gran fiesta de la ciudad de Cuenca de San Mateo, declarada de interés turístico regional, la cual conmemora su conquista por Alfonso VIII en 1177. Conocida también como “Las Vaquillas”, su atractivo principal son las vacas bravas “enmaronadas”, que se sueltan en el casco antiguo de la ciudad, con los cuernos sujetos por sogas de esparto y cáñamo. La actuación de los “maromeros” permite el máximo disfrute a quienes se atreven a salir a citarlas.

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