¿Sabías que hubo esclavos en Albacete? Las historias de Aza, Ana, Felipa y Beatriz

Conocemos la historia de Aza, Ana, Sebastián o la pequeña Juana, esclavos en Albacete

Hubo un tiempo en Albacete que los esclavos transitaban por las calles de la ciudad. Una imagen que cuesta imaginar actualmente, pero que algún día formó parte de la más absoluta normalidad. Si echamos la mirada atrás unos siglos, existen documentos escritos que confirman que algunos vecinos de Albacete también tuvieron en su posesión esclavos. Pilar Córcoles, enfermera e historiadora albaceteña, ha sacado a la luz, tras una ardua investigación, casos concretos de aquellos esclavos que un día fueron vecinos de la ciudad.

Pilar Córcoles ha rescatado del olvido aquellas historias de esclavos que un día vivieron en Albacete, generalmente capturados en guerra y comprados posteriormente para servir a personas que tenían un alto nivel social. Así, encontramos la historia de Aza, una mujer de origen africano a la que bautizaron como María y la convirtieron en esclava, pero también la de Ana y Sebastián, que son el ejemplo de miles de historias de cómo los hijos de las esclavas nacían bajo esta misma condición. También recoge la historia de Beatriz, una esclava que logró ser liberada, o la de Juana de Viena, una niña de 7 años que llegó a Albacete como parte de una dote de una mujer de clase alta. Entre ellas, también vivían Felipa y Francisca, dos esclavas de Albacete que gozaban de cierta consideración por aquellos a quienes en aquel momento les pertenecían.

Foto: Pixabay

Córcoles es enfermera e historiadora de Albacete, y en su investigación ha recogido una gran cantidad de historias de aquellos esclavos que un día habitaron en la ciudad, gracias a documentación variada, entre la que destacan “los testamentos”, que han servido como fuente de información para conocer “cómo vivían los esclavos en la época, ya que se consideraban un bien, una propiedad más, y en muchos de ellos aparecen registrados y se puede conocer un poco sobre su historia”, explica Pilar Córcoles a El Digital de Albacete.

Los esclavos de Albacete

Córcoles sitúa a los esclavos en Albacete entre “la mitad del siglo XVI y principios del XVII”, y señala que “gracias a diferentes documentos administrativos podemos conocer bastante cómo vivían y las distintas clases sociales de la época”. Entre todos estos documentos, hay uno que ha facilitado información de calidad a la historiadora. En este caso, los testamentos han sido claves en la investigación, ya que, como indica Pilar Córcoles “se podían vender y comprar igual que el dispone de cualquier bien o inmueble”, explica, lo cual ha permitido obtener mucha información a la investigadora.

En este contexto, las familias poderosas de la ciudad en aquella época tuvieron esclavos, aunque Córcoles manifiesta que “no estaba bien visto del todo, pero se aceptaba socialmente”, y señala que “incluso los sacerdotes tenían esclavos y esclavas”.

Pilar Córcoles, historiadora de Albacete / Foto: Pixabay

Disponer de esclavos en el momento también era síntoma de cierto “prestigio social”, como indica Pilar Córcoles, que apunta que “había una familia, los Resa, que presumían de que su abuelo, que era un hidalgo, tenía un esclavo dedicado en exclusiva a cazar con perro”. En ese momento, tener a una persona dedicada a una actividad específica era “un prestigio”, indica. Sobre este hombre no se tienen muchos datos más y se desconoce su identidad, ya que los esclavos eran símbolos de poder y prestigio. Ejemplo de ello también era “el Alférez Mayor Juan Carrasco, perteneciente a una de las familias más poderosas de Albacete entre 1597 y 1629 que tuvo por lo menos 4 esclavas, de las cuales una tuvo 2 hijos, y otra otros 2, por lo que fueron 4 esclavas y 4 niños”, detalla.

Aza, bautizada como María

Sin embargo, la historiadora de Albacete ha conseguido identificar a una esclava que vivió en la ciudad. Aza, una mujer “de origen africano y de 35 años de edad que era esclava de Don Jerónimo Rola, que tenía el cargo de regidor por entonces”, explica Pilar Córcoles, y manifiesta que “la bautizaron en 1625 como María, y la amadrinó la mujer del co-regidor y un hijo de éste”. Sobre el hecho de apadrinas esclavos, Pilr Córcoles señala que “era un evento de prestigio porque eran de la élite de la sociedad”.

En cuanto a los bautismos de esclavos, Córcoles señala que eran comunes en la época, y que “existen escrituras de estos bautismos, ya fuesen de adultos o de niños que nacían esclavos”, y añade que “también era un símbolo de prestigio ser padrino de esclavos”.

Bautismo / Foto: Pixabay

Ana y Sebastián, madre e hijo y esclavos en Albacete

Otro de los casos recogidos por la historiadora de Albacete es el de Ana, “una esclava de 19 años de edad y piel blanca”, que era propiedad de “un sacerdote de Albacete llamado Juan Armero Asensio”, como explica Córcoles. Ana tuvo un hijo, Sebastián, “quien nació bajo la condición de esclavo al estar su madre bajo este estatus social”. En este caso, existe un documento sobre su compraventa, en el que el este sacerdote dio “poder a unos comisionados para que los vendiesen en 1639”, sostiene.

Como el caso de Sebastián, quien nació como esclavo desde su primer minuto de vida, existen muchos. Así, la historiadora aclara que generalmente, las esclavas mujeres tenían “una triste ventaja”, ya que “podrían parir esclavos”, lo que era como “una riqueza añadida”, explica, y añade que “el que compraba una esclava, además de servir como objeto sexual, podría tener más esclavos, por lo que preferían tener mujeres esclavas, aunque suene durísimo”. Cabe destacar que también había esclavos varones, cuya labor generalmente estaba dedicada a “las tareas del campo, mientras las mujeres se dedicaban al trabajo doméstico”. En esta línea, la historiadora destaca que las mujeres estaban “mejor asentadas que los varones de esta clase social”.

Manos / Foto: Pixabay

Beatriz, la esclava liberada en Albacete

Los esclavos también podrían ser liberados si la persona a la que pertenecían así lo decidía. Y eso es precisamente lo que le ocurrió a Beatriz, una esclava liberada por la persona a la que pertenecía. “En 1594 tenía unos 50 años”, apunta la historiadora albaceteña, que añade que “su dueño, Juan de Cañavate, la liberó ese mismo año”.

Sobre la libertad de Beatriz y de otros esclavos que consiguieron ser libres, Pilar Córcoles señala que “los dueños podían venderlos y comprarlos, pero también liberarlos”, y algunos lo hacían como “recompensa por su buen servicio”. Una libertad que a veces se dejaba por escrito en los testamentos tras haberles servido durante años. Además, indica que “solían dejarles algo de dinero o ropa de cama para que asentasen y empezasen a vivir libremente”.

Testamento / Foto: Pixabay

Sobre Beatriz, la esclava liberada, apunta que “era morisca y de piel negra”, y sobre su origen señala que “era ‘de buena guerra’”, una manera de decir en la época que “había sido capturada durante alguna guerra”. Sobre la procedencia de estas personas, había varias posibilidades. “A veces los capturaban en expediciones de la zona del norte de África o de Argelia”, explica Pilar Córcoles, que señala que a los esclavos que se capturaban de esta forma se les decía que eran “de buena guerra”. Además de esta manera, también se mercadeaba con ellos. “Los capturaban y luego los compraban y los traían a Sevilla, que era uno de los puntos más importantes  de mercadeo, y de ahí vendían al resto de la península”, explica, y añade que “también había muchos prisioneros de guerra que se esclavizaban”, y más tarde se amplió la zona “al descubrir las Indias y utilizaron a nativos de la zona de Cubas y demás”

Una situación que también se daba al revés en la zona del norte de África, ya que “se hacía lo mismo en las costas españolas, de hecho, Miguel de Cervantes pasó varios años esclavizado y cautivo en esta zona hasta que lo liberaron los mercenarios”. De la historia de Cervantes como esclavo y su liberación, Córcoles señala que “había grupos que actuaban como una especie de ONG e iban pagando rescates por personas que estaban capturadas. Ellos fueron quienes consiguieron salvar a Miguel de Cervantes”.

Juana de Viena, parte de una dote en Albacete

Juana de Viena, una niña de tan solo 7 años de edad, llegó a Albacete como “parte de la dote de María de Yenera”, explica Córcoles, que señala que entre los bienes de esta mujer se encontraba esta niña, que fue liberada “más de 20 años después, en 1614, al hacer testamento tras servir más de dos décadas a la que fue su señora”. Así, cerca de los 30 años, Juana de Viena, quien llego a la ciudad siendo todavía una niña, consiguió la libertad.

Niña / Foto: pixabay

Las misas por el alma de las esclavas Francisca y Felipa

La condición de esclavos para muchos iba desde el nacimiento hasta la muerte, y algunos de ellos servían a sus señores durante prácticamente toda su vida, incluso criando a los hijos de éstos. Una situación que familiarizaba en algunos casos a los esclavos con aquellas personas a las que pertenecían en la época. Así, eran considerados “como parte de la familia a la que servían”, señala la historiadora de Albacete. Es el caso de María de Castañeda, una mujer que cuando hizo testamento “se acordó de su esclava, Felipa, que había muerto años antes y dejó encargadas las mismas misas por su esclava que por su hermana”, lo que supone que “la había tenido en consideración al nivel de su propia hermana”, explica.

Un caso similar es el de Francisca, que fue esclava de Jerónima de Alarcón durante años. “Cuando murió dejaron 6 misas por el alma de Francisca”, explica Pilar Córcoles, que apunta que “aunque los esclavos hubiesen muerto muchos años antes, se acordaban de ellos a la hora de hacer su testamento y dejaban este tipo de encargos”.

Catedral de San Juan Albacete / Foto: Miguel Ángel Romero

Pilar Córcoles, la historiadora de Albacete estudió esta disciplina académica cuando ya trabajaba como enfermera por pura pasión. Así, hizo el doctorado y descubrió “una parte de Albacete muy desconocida. Parece que la ciudad surgió en el siglo XVIII y tiene mucha historia detrás”, explica, y señala que a través de documentos como “protocolos notariales se puede reunir muchísima información, también sobre las rentas y los testamentos, incluso se puede obtener información de las crisis económicas”.

Lo cierto es que la investigación de esta historiadora ha arrojado luz sobre una clase social que estaba invisibilizada por su condición y ha puesto sobre la mesa los nombres que se esconden bajo aquellas historias de esclavos que cuesta imaginar que sucediesen en nuestra ciudad.

Noelia López

Natural de Albacete, Graduada en Periodismo por la Universidad Miguel Hernández. Experiencia en medios de comunicación como VIsión6, Es Radio y Telemadrid
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