VÍDEO | Cicatrices de una batalla ganada al cáncer de mama

/Sandra Manzanares/Foto y Video: Jennifer Comuñas/

Hablar de cáncer de mama es hablar de enfermedad, dolor, emociones a flor de piel y también de fuerza y superación. Conceptos asociados instintivamente, tras los que se esconden procesos desconocidos para muchos. Uno de ellos es la reconstrucción mamaria. La reconstrucción es la puerta que se cierra y deja al cáncer en el rellano de casa, la misma puerta que un día se abrió con el diagnóstico, dejando entrar en la vida de millones de mujeres a un invitado que nadie quiere recibir.

“El diagnóstico es el momento de mayor impacto emocional para un enfermo de cáncer”, explica la psicóloga de la Asociación de Mujeres Afectadas de Cáncer de Mama y Ginecológico, AMAC, Trinidad Gracia. “Lo primero que piensas es que te vas a morir”, añade Llanos Sánchez, que conoce de primera mano la enfermedad. A partir de ahí, la vida de las pacientes cambia radicalmente, las nuevas rutinas se establecen por visitas al médico y el inicio de tratamientos que se prolongan en el tiempo mermando, en algunos casos, las ganas y los ánimos de las mujeres.

Situaciones y sentimientos difíciles que van quedando atrás con la llegada de la reconstrucción mamaria, un subproceso dentro del tratamiento, que arranca en el quirófano y que se vive con “mucha ansiedad” por cerrar una puerta que permaneció demasiado tiempo abierta. Y es que, “asociamos la pérdida de la mama a la pérdida de la feminidad”, pues el pecho está cargado de simbología, detalla Gracia, añadiendo que las mujeres llegan a sentir que “valen menos como persona y mujer”. De hecho, la ausencia del pecho marca el comportamiento de las mujeres, que tienden incluso a modificar sus hábitos posturales recreando conductas de inseguridad y autoprotección.

En este sentido, Gracia destaca la importancia de “adaptarse” a la nueva situación. “Algo difícil”, puntualiza, ya que las pacientes llegan a abandonar actividades que antes realizaban con otras personas “por miedo a que se les note”, a que los demás perciban que el lugar de su pecho lo ocupa una prótesis externa. “Lo más importante es normalizar la enfermedad como otra cualquiera”, dice la psicóloga, remarcando los beneficios que aporta a las pacientes hacer un esfuerzo por seguir con sus vidas.

Una enfermedad cruel

Llanos tiene 54 años y en 2010 fue diagnosticada de cáncer de mama. Ese mismo año le realizaron una mastectomía radical, meses después tuvo una recaída y volvió a entrar a quirófano. Los doctores le extirparon el otro pecho. Lamentablemente, Llanos pertenece a una familia en la que 23 mujeres han sido afectadas de cáncer, algo que le hacía pensar que algún día “le tocaría a ella”. Y así fue, igual que a su madre y su hermana, ambas fallecidas.

“Sabía exactamente lo que me esperaba”, recuerda Llanos, que confiesa llegó a “derrumbarse”, pero terminó sacando fuerzas del dolor. Una vez superada la enfermedad, Llanos, “más feliz que nunca”, comenzó a valorar y disfrutar todo lo que siempre ha tenido y por lo que a día de hoy da gracias: un trabajo “estupendo”, la compañía de sus hijos y amigos y de AMAC, asociación que preside. La vida le daba otra oportunidad, aunque Llanos continuó sintiéndose “incompleta” hasta que tuvo sus pechos totalmente reconstruidos.

Entrada a quirófano

Aunque el cáncer de mama se supera en un 85% de los casos, durante el proceso de recuperación e incluso ya curadas, las pacientes se enfrentan a muchos miedos. Paso a paso se navega hasta conseguir que la paciente tenga sus dos mamas lo más parecidas posible a lo que eran antes de la enfermedad, señala el fefe cirugía plástica y reparadora del Complejo Hospitalario Universitario de Albacete, Javier Montón, añadiendo que en Albacete se reconstruyen al año cerca de 300 mujeres, un número “bastante elevado”, destaca.

Antes de tomar la decisión de hacer una mastectomía, es decir, de extirpar una mama o parte de ella, hay que realizar una serie de pruebas. En el caso en el que aparezcan células malignas que incluso tengan el potencial de viajar a otras localizaciones y afectar a otros órganos, es cuando se toma la decisión de hacer algún tipo de cirugía, detalla el doctor.

Técnicas que se extienden cada vez más a las mujeres jóvenes, pues la edad de las afectadas “está bajando”, situándose el grueso de la media entre los 45 y los 50 años. Como explica el jefe de cirugía plástica, “no hay ningún impedimento para que la paciente se reconstruya”, destacando que hay que “individualizar” cada caso, pues no todos los cuerpos responden igual. Sin embargo, esta intervención que es relativamente “sencilla”, puede aportar grandes beneficios a las mujeres, que poco a poco van recuperando la feminidad que creían perdida.

Al finalizar el proceso de la reconstrucción, las pacientes pueden realizar una vida totalmente normal: hacer deporte o llevar sujetadores y bikinis normales; aunque lo más importante de todo es que “a las pacientes que damos el alta, que son cada día más, van a estar agradecidas” y empezarán a dejar atrás aquella primera noticia de “ser portadora” de la enfermedad.

El paso final

Después de pasar por quirófano, las mujeres tienen la opción de reconstruir sus areolas y pezones a través de la micropigmentación. Una técnica basada en la microimplantación de pigmentos en la piel, concretamente en la parte superficial de la dermis y la epidermis, que tendría una duración en el cuerpo de la mujer de cinco o seis años. Así nos lo explica la técnico especialista en micropigmentación, Esther Cuenca, que apuesta por esta metodología frente al tatuaje, ya que mantiene “mejor” las tonalidades de los colores y es menos dañina para la piel de la mujer, que previamente se ha enfrentado a cirugías y sesiones de radioterapia.

Con el paso del tiempo, habría que realizar retoques en las mamas para conservar el diseño que nace de las propias pacientes, ya que son ellas las que con sus palabras inspiran a la profesional que esboza sobre su piel los recuerdos de sus areolas y pezones, en el caso de las mastectomías bilaterales, mientras que si la paciente conserva uno de los pechos, se tendría el mismo como referencia para reconstruir la otra mama. Este es un proceso que “cambia la vida de las personas”, apunta Cuenca, feliz de poder “aliviar” en la medida de lo posible la dura situación a la que se enfrentan las mujeres que acuden a su consulta.

Reconstrucción preventiva

Si bien, la mayoría de las mujeres que pasan por este trance son afectadas de cáncer de mama, también existen las  mastectomías preventivas. Según detalla el doctor Montón, el hecho de que una persona “sea portadora o no de un gen que aumente la posibilidad no implica necesariamente que vaya a desarrollar el tumor”. Si esa persona decidiera someterse a una cirugía, habría de sopesar “los beneficios, riesgos, pros y contras con los que se puede contar”, incide.

Una balanza que en el caso de Arancha se equilibró en favor de la intervención preventiva. Arancha Sánchez es la hija de Llanos. “Sé lo que sintió mi madre cuando me miraba a mí porque yo miraba a mi hija y pensaba lo mismo que pensó mi madre: que algún día mi hija podría estar también en la misma situación”, recuerda Llanos. Precisamente por eso, por ser conocedora de cada entresijo de la enfermedad, por haber perdido a su abuela y a su tía, por haber visto los efectos de la quimioterapia en su madre; Arancha no estaba dispuesta a revivir aquellos duros momentos.

Cuando cumplió los 30 años, Arancha ahora tiene 32, se sometió a una serie de pruebas genéticas. Los estudios determinaron que tenía un 60% de posibilidades de padecer cáncer de mama y tras consultar la opinión de los especialistas, optó por realizarse una reconstrucción preventiva. “Cuando  le tocó a mi madre me empezó a rondar más a menudo en la cabeza que la próxima podía ser yo”, algo que la joven quería evitar “a toda costa”. Cada noche esa idea era la última en sus pensamientos y la primera en sus amaneceres. Hoy Arancha está “tranquila”.

La reconstrucción mamaria no deja de ser una opción para las mujeres, en su mayoría, que han padecido cáncer; esas mujeres que entran a la ducha y vuelven a ver su cuerpo con las señales de “todo lo que ha pasado”, y que tienen la oportunidad de levantarse a sí mismas. El cáncer ata con lazos que parecen irrompibles, pero de los que se puede escapar y aprender; y aunque “el miedo no se vaya nunca, se aprende a vivir con él”, creciendo día a día, contemplando cicatrices. Bellas cicatrices que siempre les recordarán que ganaron la batalla.

Nacho Lopez

Nacido en Albacete. Más de 10 años de experiencia en medios de comunicación en radio, televisión y digital, como Intereconomía radio, Cadena SER, Punto Radio, ABTeVe y VOZ Castilla-La Mancha.
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