Advertencia desde el Hospital de Villarrobledo sobre lo que no hay que hacer con nuestros ojos

En verano nuestros ojos están expuestos a más riesgos y se incrementan los problemas oculares. Al aumentar las horas de exposición solar crece también el número de irritantes externos al que estamos sometidos (químicos de las piscinas, aire acondicionado, alérgenos medioambientales…) por lo que se antoja indispensable proteger y cuidar nuestros ojos para evitar inesperadas molestias.

Y es que tras un día en la playa o en la piscina sin haber tomado las medidas oportunas es habitual que aparezcan síntomas de enrojecimiento ocular, sensación de cuerpo extraño, intolerancia a la luz o lagrimeo. Todo ello puede deberse, según el doctor Alejandro Serna, oftalmólogo del Área Integrada de Villarrobledo, a “una irritación e inflamación de la córnea y la conjuntiva de los ojos”.

“La superficie ocular es la parte del ojo más expuesta y, por tanto, la más susceptible a sufrir fenómenos de irritación durante estos meses”, ha explicado.

En la mayoría de los casos, estos síntomas podrán aliviarse mediante instilación frecuente de lágrima artificial, preferiblemente fría y sin conservantes. En cambio, si los síntomas persisten o empeoran (aparición de secreción ocular, dolor intenso o disminución de la visión) habrá que consultar a un profesional.

Además, el doctor Serna advierte que la exposición prolongada al sol puede producir procesos degenerativos y tumorales tanto en párpados como en superficie ocular. Del mismo modo, “la radiación ultravioleta podría agravar o acelerar patología a nivel del cristalino y la retina”.

Para prevenir y proteger nuestros ojos es recomendable que aquellas personas que estén durante muchas horas al aire libre lo hagan ataviados con unas gafas de sol.

A la hora de elegir este equipamiento óptico, el doctor Serna destaca que lo importante es fijarse en el grado de protección frente a los rayos ultravioletas, “los más nocivos”, y dejar un poco más de lado las cuestiones estéticas.

El grado de protección no guarda relación con el color ni el grado de oscuridad de las lentes. Tampoco influye que ésta sea o no polarizada. Estas características están más en relación con el confort y la calidad visual.

Pero la norma básica y obligada es que la gafa esté acreditada con certificado CE y UV400. Esta certificación garantiza un grado de protección mínimo del 99% frente a la radiación ultravioleta.

“El certificado CE en las gafas de sol garantiza la calidad de las lentes, siempre y cuando hayan sido adquiridas en un centro óptico acreditado. Se trata desgraciadamente de un etiquetado muy fácil de falsificar y se puede encontrar en gafas adquiridas en bazares o mercadillos que no han seguido ningún control y no garantizan una protección solar adecuada”, matizó al respecto.

En ese sentido, hay que recordar que ponerse gafas sin filtro UV homologado tiene más riesgos que la exposición directa al sol, ya que el color oscuro engaña a la pupila que aumenta su diámetro, permitiendo en este caso el paso de mayor cantidad de rayos UV hacia el interior del ojo.

Recomendaciones en el agua

En cuanto a las precauciones que debemos tener dentro del agua, el doctor Serna aconseja a los portadores de lentes de contacto que deben extremar sus cuidados y evitar que el agua entre en contacto con sus ojos. “Se trata de un colectivo con un riesgo mayor de sufrir infecciones y cuadros irritativos de mayor gravedad. Podrán usar lentes de contacto siempre y cuando usen gafas de natación”, ha subrayado.

Una recomendación que también es aplicable a todos los bañistas. Especialmente niños, “ya que suelen ser los que más horas pasan en el agua”, y pacientes con ojo seco o conjuntivitis irritativas alérgicas, cuya patología puede agravarse.

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