Reino Unido vota “sí” al Brexit y Cameron dimite

Con el 100 por cien de los votos escrutados, la opción de la salida de la Unión Europea, también conocida como ‘Brexit’, ha ganado el referéndum en Reino Unido con un 51,9 por ciento del total de sufragios, con 17,4 millones de apoyos, según los resultados oficiales.

El ‘Brexit’ ha logrado el respaldo de 17,41 millones de electores, frente a los 16,14 millones de personas que se han decantado por la permanencia del país en el bloque comunitario, un 48,1 por ciento del electorado, lo que supone una diferencia de más de un millón de votos.

La participación en la consulta se ha situado en el 72,2 por ciento del total de 46,5 millones de votantes registrados para la cita electoral. Con todos los votos escrutados, el ‘Brexit’ se ha hecho con una victoria celebrada por sus partidarios como el “día de la independencia británica”, una euforia que contrasta con la negativa reacción de los mercados, que evidencian las serias implicaciones de una decisión contra la que habían luchado la práctica totalidad de las fuerzas políticas, económicas y sociales de Reino Unido.

Junto a los efectos sobre la volatilidad financiera, el ‘statu quo’ británico se enfrenta a un terremoto político con epicentro en el Número 10 de Downing Street, puesto que el primer ministro, David Cameron, había apostado por una opción, la de la permanencia, ignorada por la mayoría de los ciudadanos.

Con una participación del 72,2 por ciento, la mayor en una votación en Reino Unido desde 1992 y más de seis puntos por encima del plebiscito de 1975 que confirmó la permanencia en la por entonces Comunidad Económica Europa, el escrutinio ha dado un vuelco sin precedentes a una noche electoral que había arrancado con las encuestas a favor de la continuidad.

Este desenlace tiene profundas connotaciones políticas e institucionales, puesto que el debate sobre la sostenibilidad de Cameron al frente del Gobierno, del que había avisado que no dimitiría en caso de Brexit, está ya planteado, incluso pese a la carta de dos tercios de los diputados conservadores que habían defendido la salida y que le han expresado su apoyo para permanecer en Downing Street por el “mandato y deber” obtenido hace tan sólo un año.

SIN “PLAN B”

Además, otra de las incógnitas es el grado de preparación de Reino Unido para un proceso que podría llevar años, puesto que el propio primer ministro había asegurado públicamente que no había “plan B”.

Tras jugarse su credibilidad a la carta de una apuesta que, según él, haría al “más fuerte y más seguro”, Cameron ha quedado ya como el principal perjudicado de una campaña que ha dividido a la sociedad británica por una estrategia partidaria, puesto que, más que por clamor popular, el referéndum surgió para sofocar el incendio que Bruselas llevaba generando en los conservadores desde hace décadas.

La oposición laborista ha sugerido ya la necesidad de su dimisión ante un escenario sin precedentes en el que la única certidumbre es que, de vencer la salida, la decisión sería “irreversible”. No en vano, David Cameron había avanzado ya que el proceso formal de retirada de los Veintiocho comenzaría de inmediato.

Aunque el Tratado de Lisboa establece las pautas de este procedimiento en el artículo 50, el primer movimiento ha de partir del estado miembro, que debe notificar a la UE su deseo de abandonar.

De hecho, Londres no está obligado a proceder inminentemente, es más, los partidarios de romper con Bruselas han manifestado ya su preferencia por aguardar, puesto que, pese a meses de campaña, la fórmula que regiría sigue siendo una incógnita.

Los plazos, a priori, están marcados, si bien los dos años establecidos en la normativa comunitaria podrían ampliarse siempre que lo autoricen los otros veintisiete socios. Expertos en Derecho europeo creen que, dada la complejidad, las negociaciones podrían llevar hasta una década y los propios defensores del divorcio asumen que, como mínimo, serían necesarios cuatro años.

REACCIÓN EN LOS MERCADOS Y EN EUROPA

De momento, los mercados han evidenciado las secuelas del escenario que se abre en el bloque occidental: la divisa británica ha caído a niveles inéditos desde 1985, lo que podría acarrear una intervención de contingencia del Banco de Inglaterra, que ya había avanzado que tenía previstas medidas para garantizar la estabilidad financiera.

Junto a la City y Downing Street, la atención estará en el continente, donde se espera que los demás líderes, que han mantenido en secreto su plan de acción en caso de ‘Brexit’, se reúnan a la máxima urgencia y exijan a Reino Unido clarificaciones sobre las áreas más delicadas, como el futuro de los casi tres millones de ciudadanos comunitarios que residen al norte del Canal de la Mancha.

ENCAJE EN EL MERCADO COMÚN

Además, uno de los factores más complejos será el potencial encaje británico en el mercado común. La presión, por tanto, será notable para hallar una solución que implicará delicados compromisos de las partes, un esfuerzo que podría necesitar años antes de que se pueda garantizar el apoyo de una mayoría cualificada de los ministros del ramo para, posteriormente, lograr que la propuesta sea ratificada por los demás estados miembro y, a continuación, por los Parlamentos europeo y británico.

El problema es que uno de los catalizadores del Brexit ha sido el control de los flujos migratorios y la pertenencia al mercado común implicaría, a priori, el libre movimiento de personas, dos elementos indisociables y, para la UE, innegociables, por lo que, a priori, Londres no podría mantener el primero sin tener que aceptar el segundo, lo que complica la ecuación entre prosperidad económica y límites a la entrada de ciudadanos comunitarios.

No en vano, abandonar el mercado común no es una opción extendida entre los defensores del ‘Brexit’, que se encuentran dividido entre quienes proponen directamente abandonarlo, aquellos que creen posible permanecer por el propio interés del resto de sus integrantes de no perder a la segunda economía europea, los que abogan por establecer acuerdos bilaterales e, incluso, quienes ven viable operar con los 161 miembros de la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Este encaje, con todo, constituye tan sólo una pieza más del complejo puzle legislativo de un proceso que obligaría a revisar hasta 80.000 páginas de acuerdos comunitarios, con el objetivo de decidir descartes, qué áreas enmendar y cuáles mantener, un sumario que, inevitablemente, querrá supervisar el Parlamento británico y cuya duración constituye un enigma.

Además, la salida incrementa el riesgo de una crisis constitucional para la unión británica, puesto que Escocia, protagonista de un plebiscito de independencia hace menos de dos años, ha apoyado mayoritariamente la continuidad en la UE y cuya ministra principal ha reconocido que este desenlace reavivará las ansias secesionistas.

PROCESO SIN PRECEDENTES

En consecuencia, junto a la resolución de una profunda crisis política en casa, el Gobierno, independientemente de su constitución, tendrá que resolver un proceso sobre el que no hay precedentes, tan sólo la salida de Groenlandia, ni siquiera un estado, sino un territorio que formaba parte de Dinamarca, hace más de 30 años, cuando la UE no era tampoco la unión política en la que se ha convertido hoy en día.

Por si fuera poco, este nuevo capítulo tendría que acordarse con socios que difícilmente mostrarán empatía hacia quien ha decidido abandonar, a pesar de los compromisos que tanto costaron en febrero y que hubiesen garantizado para Reino Unido el ansiado estatus de verso libre de una Europa cada vez más cohesionada.

Por otra parte, a escala europea, el temor es que la partida británica genere un efecto dominó entre otros integrantes de los Veintiocho y, sobre todo, que desencadene un peligroso auge del populismo.

Cameron dimite y habrá nuevo primer ministro en octubre

El primer ministro británico, David Cameron, ha anunciado su dimisión como consecuencia de la salida de Reino Unido de la Unión Europea, si bien su renuncia no será inmediata, ya que se mantendrá en el cargo “en los próximos tres meses”, hasta que su sucesor sea elegido en el congreso que su formación, el Partido Conservador, celebrará en octubre.

En una declaración institucional en Downing Street, Cameron ha concluido que, tras la derrota sufrida en un plebiscito que había supuesto una apuesta personal, “el país necesita un nuevo liderazgo”. “No es una decisión que haya tomado a la ligera”, ha declarado, pero tras la “muy clara decisión” del electorado, no se considera “el capitán para pilotar este barco a su próximo destino”, en dirección de salida del bloque comunitario.

Además, el primer ministro ha aclarado que no se encargará de aplicar el artículo 50 del Tratado de Lisboa, el que rige sobre la salida de un Estado miembro, una tarea que le habían solicitado ya los partidarios del Brexit y que depositará en manos de quien le tome el relevo tras seis años al frente del Gobierno, los primeros cinco en coalición. “Lo correcto es que éste nuevo primer ministro decida cuándo aplicar el artículo 50”, ha señalado.

Aunque no ha visto “necesidad de establecer un calendario”, el mandatario británico ha calculado que su sucesor debería ser elegido a tiempo para el congreso que los conservadores celebran el próximo mes de octubre. “Continuaré en los próximos tres meses”, ha especificado Cameron, quien ha avanzado también que el Gobierno se reunirá el lunes para evaluar la situación.

Al respecto, ha informado también de que había trasladado ya sus planes a la reina Isabel II y que la próxima semana asistirá al Consejo Europeo para “explicar la decisión de los británicos” en el referéndum del jueves. “Y la mía propia”, ha añadido.

GARANTÍAS DE ESTABILIDAD

Mientras continúe en el cargo, ha garantizado que el Gobierno “seguirá adoptando la importante legislación que tiene entre manos” y ha prometido “asegurar que la economía británica continúa fuerte”. No en vano, pese a la derrota, ha puesto en valor la contribución que para esta nueva era puede aportar el bando que había apoyado la permanencia. “Los que hemos perdido debemos ayudar a que funcione”, ha dicho.

“Somos un país especial, una gran nación y aunque no somos perfectos, podemos ser un modelo para una sociedad multirracial y religiosa”, ha reivindicado en un discurso en el que se mostrado convencido de que la posibilidad de “encontrar una manera” de acomodar el nuevo estatus de Reino Unido en un bloque que ha decidido abandonar.

Así, ante las incertidumbres aparejadas a un proceso sin precedentes, Cameron ha transmitido un mensaje a los 1,2 millones de británicos residentes en otros países de la UE y a los cerca de tres millones de ciudadanos comunitarios afincados en las islas. “No habrá cambios inmediatos en vuestras circunstancias”, como tampoco “en la manera en que la gente viaja, en cómo se mueven los bienes” y el capital, ha subrayado.

Con todo, ha recalcado que una vez “la gente ha votado, su voluntad ha de ser respetada”. “Es una instrucción que debe aplicarse, no se debe tomar a la ligera y no puede haber dudas sobre los resultados”, ha subrayado tras lo que ha calificado como “un gigante ejercicio democrático, quizás el mayor de nuestra historia”, ha explicado.

“ORGULLOSO”

Por ello, pese a la derrota, ha considerado que el país en su conjunto “debería estar orgulloso de confiar en la gente con sus decisiones”. “Hay momentos en que es lo adecuado preguntar a la gente”, ha declarado, en respuesta a las críticas que ha recibido durante la campaña por las motivaciones de un referéndum considerado de corte partidista.

Asimismo, ha garantizado que la negociación con Bruselas “debe implicar a todas las partes de Reino Unido”, después de que, frente al rechazo que la UE ha recabado en Inglaterra y Gales, tanto Escocia como Irlanda del Norte hayan votado mayoritariamente a favor de la continuidad.

Este desenlace podría generar una crisis constitucional, según han avanzado ya desde Edimburgo, donde han agitado la posibilidad de una segunda consulta de independencia, un posicionamiento ante el que Cameron ha sido categórico: “Siempre he creído que tenemos que afrontar las decisiones difíciles, no ignorarlas”.

HONRADO

Consecuentemente, Cameron se ha mostrado “honrado de haber servido a este país”, en una intervención en la que ha estado acompañado de su esposa Samantha y en la que, hacia el final, ha luchado para contener la emoción. “Amo este país”, ha declarado tras una dimisión que se produce tras haber “luchado” en una campaña en la que dijo no haberse “guardado nada”.

“Luché sólo como sé: diciendo directamente lo que siento y pienso, con la cabeza, el corazón y el alma y siempre fui claro sobre mi creencia de que Reino Unido sería más fuerte, más seguro y estaría mejor en la UE”, ha defendido tras una salida sobre la que no tiene que mirar muy lejos para hallar responsabilidades.

PASADO Y FUTURO

Más que por un clamor popular, el catalizador del referéndum había sido la olla a presión que la porfía comunitaria había generado en su propio partido y que ha acabado provocando la salida de la segunda economía de la Unión Europea. Tras años de enfrentamientos, Cameron acabó cediendo en 2013 con la promesa de un plebiscito que incluyó en el programa electoral para las generales de 2015.

Lejos de rebajar la temperatura interna, las disensiones generadas en sus propias filas han dividido notablemente a unos conservadores que, ahora deben elegir a un nuevo líder a tiempo para el congreso conservador de octubre. Entre los candidatos están los antagonistas que representaron a ambos bandos de la campaña.

Así, mientras el exalcalde de Londres Boris Johnson ha aprovechado su presencia en el frente pro-Brexit para impulsar su popularidad al norte de Inglaterra, bastión del euroescepticismo, el ministro del Tesoro y hombre de confianza de Cameron, George Osborne, había jugado a la carta de la continuidad.

En consecuencia, Osborne ha quedado notablemente tocado, puesto que su activa implicación lo ha dejado expuesto a que su suerte corra pareja a la del primer ministro. La presión para dimitir podría aumentar notablemente si cristaliza la idea de que su alineamiento con el ‘premier’ lo deja sin legitimidad para dirigir la entrada de Reino Unido en una nueva era.

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