Un prisionero español tuitea en tiempo real en el campo de concentración de Mauthausen

   El murciano Antonio Hernández Marín, que pasó cuatro años y medio de su vida prisionero en el campo de concentración de Mauthausen, está tuiteando “en tiempo real” las experiencias y sufrimientos que vivió a manos de los nazis durante su reclusión, abriendo un “agujero en el tiempo ficticio” gracias a las vivencias recabadas por su sobrino, el periodista Carlos Hernández, que será el encargado de divulgarlas en la red social.

   De esta manera, todos los seguidores de la cuenta de Twitter ‘@deportado4443‘ tienen a su alcance este viaje imaginario que reconstruye el trayecto que llevó a Antonio Hernández “desde su querida Murcia hasta una de las sucias barracas de madera del campo de concentración nazi”, con relatos que reviven minuto a minuto su vida “en el corazón del infierno”.

   Precisamente, este domingo se cumple el 74 aniversario de la llegada de Hernández a Mauthausen, donde pasó 52 meses hasta ser liberado por las tropas norteamericanas. Posteriormente, recuperó una “amarga libertad” en la que le esperaba, de nuevo, el exilio en Francia hasta su muerte en 1992, según explica a Europa Press su sobrino, Carlos Hernández.

 tuitea en tiempo real en el campo de concentración de Mauthausen  La iniciativa ha partido del propio sobrino del deportado, que ha dedicado un año y medio a investigar la vida de su tío y de los más de 9.000 españoles que pasaron por los campos nazis. El trabajo lo ha plasmado en el libro ‘Los últimos españoles de Mauthausen’, que acaba de publicar Ediciones B y que presentará este martes en Madrid.

   Hernández ha querido ir más allá de la publicación del libro y ha decidido usar las nuevas tecnologías para dar a conocer la vida de su tío y la de los más de 9.000 españoles. Una de las cosas con que se encontrarán quienes decidan seguir a ‘@deportado4443’, es que sus tuits son escritos en el día y a la hora en que ocurrieron realmente, eso sí, hace más de 70 años.

   El objetivo, explica el autor, es que los españoles conozcan uno de los capítulos de su historia “más desconocidos: el internamiento, el sufrimiento y, en muchos casos, la muerte en los campos de concentración nazis de más de 9.000 de nuestros compatriotas”.

   “Los exiliados y deportados siguen estando muy olvidados, especialmente en comunidades como Murcia, donde estos temas de memoria no se han divulgado mucho”, según Carlos, quien tiene intención de presentar su libro en la capital de la Región.

   Su narración comenzó a las 00.00 horas del jueves, 22 de enero. Para Antonio era 1941 y, en esos instantes, se encontraba con más de 750 españoles en el campo de prisioneros de guerra de Trier en Alemania. Él no lo sabía, pero faltaban pocas horas para que le enviaran a Mauthausen.

   Desde este miércoles, 21 de enero, Hernández está relatando en Twitter el viaje de su tío hacia el campo de concentración, que duró casi tres días a bordo de un tren destinado al transporte de ganado en el que los cautivos no tenían agua ni comida. A su llegada a Mauthausen, el republicano murciano recibió el número de prisionero 4.443.

   Gracias a los mensajes de 140 caracteres, Hernández irá describiendo la vida en el campo, las torturas a las que eran sometidos por las tropas de las SS o la solidaridad que existía entre los prisioneros españoles. Tuiteará durante la noche, cuando los nazis entraban en las barracas para humillar a los prisioneros, y durante el día, mientras trabajaba en la cantera, publicando numerosas fotos reales.

   La experiencia se prolongará durante algo más de tres meses en los que se resumirá su vida y la del resto de deportados españoles en centenares de tuits. Todo acabará el 5 de mayo de 1945, cuando Antonio podrá narrar el momento más feliz de su vida, cuando vio entrar en Mauthausen a los soldados norteamericanos que liberaron el campo.

JORNALERO Y FERROVIARIO DE MOLINA DE SEGURA

   Nacido en Molina de Segura en 1907, Antonio Hernández fue jornalero primero y ferroviario después. En 1936, cuando se produce la sublevación franquista, decidió alistarse en el cuerpo de Carabineros para defender la República. Asignado al Grupo de Artillería de la Quinta Brigada Mixta, combatió en la defensa de Madrid y, más tarde, en la batalla del Ebro.

   La derrota le empujó al exilio y, más tarde, a enrolarse en el Ejército francés para afrontar una nueva guerra, según recuerda su sobrino. Capturado por los alemanes, pasó varios meses en el campo de prisioneros de Sagan, junto a soldados franceses, británicos y holandeses. En enero de 1941, con el resto de los españoles, fue enviado a Mauthausen, donde “perdió su identidad y se convirtió en un simple número, el 4.443”.

   Hernández trabajó “como un esclavo” en la construcción del propio campo y en su cantera, hasta que a finales de 1944 fue trasladado a Gusen, el lugar en el que murió la mayor parte de los deportados españoles. Sin embargo, Hernández consiguió mantenerse con vida y, junto a otros 2.000 compatriotas, asistir a la llegada de las tropas norteamericanas el 5 de mayo de 1945.

   Precisamente, cuando Hernández abandonó Mauthausen, en 1945, escribió una pequeña poesía que tituló ‘Nostalgia’ dedicada exclusivamente a Murcia, plasmando lo que recordaba de su ciudad natal y su deseo de volver en algún momento, “aunque tuviera el cabello plateado”, recuerda su sobrino, quien reconoce que le impresionó “muchísimo” el amor que su tío profesaba a su tierra.

   Al igual que muchos exiliados, Hernández no regresó a España en los años siguientes a su liberación por miedo a acabar en la cárcel o fusilado por el régimen de Franco, “tal y como les pasó a muchos”, rememora su sobrino. Sin embargo, a mediados de la década de los años 50, este republicano de Molina de Segura consiguió la nacionalidad francesa y volvió a España gracias a la tranquilidad que le daba el pasaporte.

   El primer destino de Antonio a su regreso fue Murcia, porque allí vivía su madre y sus hermanas en una casa que todavía se conserva a la orilla de la carretera de Alcantarilla, junto a la vía férrea. Aunque continuó viviendo en Francia, a partir de ese momento visitó España todos los veranos, alternando Murcia con estancias en Madrid, donde vivía su sobrino más cercano.

   Como resultado de esas visitas, Antonio se convirtió en “toda una referencia” para su pequeño sobrino, el ahora periodista Carlos Hernández, que admiraba la forma de ser y la cultura que atesoraba el exiliado.

   Así pues, durante un año y medio, el periodista ha estado investigando la vida de su tío y la de miles de deportados. Precisamente, uno de los protagonistas del libro es Francisco Griéguez Pina, un murciano de 96 años al que entrevistó en su casa del sur de Francia.

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